02

329 33 4
                                    

Sunoo se extendía en un lecho de pétalos rojos, una tonalidad tan viva como la sangre. Sentía el fresco recorriendo su suave y blanquecina piel, mientras que al despertar las rosas acariciaban sus delicados muslos provocándole jadear en satisfacción.

Sunghoon apareció enfrente suyo de manera repentina, enseñorándose de su delgado cuerpo con el arte de la seducción. Frotó sus largos dedos en la periferia de sus zonas erógenas. Por el medio de su pecho sin rozar las pequeñas uvas que le adornaban. Pasó a delinear el precipicio de su cintura, ese que provocaría el desliz de cualquier hombre sin importar su capacidad de juicio. Con una daga reventó las bragas de encaje rojo y sostuvo la pequeña extensión rosa, presionando tortuosamente en el glande, dónde masajeó sugestivamente, el delicado pene simbolizaba una especie de palanca que le permitía controlarlo, le atrajo con ella hasta el inframundo, donde su piel se cocinaba en un bufet de lujuria; dónde la calentura encimaba los niveles que el cuerpo humano soportaba.

Sunoo se convirtió en una hiena feroz. Recorrió la espalda del sensual demonio atrayéndolo hacia él, pero tentar al pecado era una ridículez cuando fue quién le encontró primero. Sunghoon rió dejando ver un par de afiliados colmillos que se alimentaron de sangre recolectada desde sus muslos. Partió de ahí para recorrer con la daga en un peligroso roce, el que finalizó en sus labios ejerciendo dominación e infligiendo miedo con el fin de tener su silencio. Al rubio la acción le asustó muy poco; en realidad le brindó el momentáneo deseo de tener una vagina y disfrutar el elixir que hubiese resbalado por sus piernas al presenciar tal escena. Seguidamente y en respuesta, el mayor le tomó del cuello, para abofetearlo, delineó los belfos analizando la bella fisionomía que el ángel a profanar disponía y se sintió satisfecho. Le beso obscenamente, de forma que él beso no se sacrificaba incluso con la redención del matrimonio, un beso maldito, pero celestial. Un beso con el que drogó todos sus sentidos para así ofrecer su alma de forma sumisa, la cuál Sunoo sintió entrar y salir de él, consagró su voz a la oscuridad en un gemido agudo, la voz de una sirena que rogaba por la hombría de satán.

—Mi pequeña Lilith, así es como mi verga entrará y saldrá de tí —. Murmuró al separar sus labios, empapando de saliva el reborde rosa de su presa sin vergüenza alguna, le mordió hasta provocar un falsetto de agonizante placer y se alimentó de él nuevamente, saboreando su vital esencia que escapó de la fisura que el filo del colmillo provocó en la suave piel.

Cuando Sunoo intentó palpar la discordia con sus manos, fue abofeteado y sometido boca abajo con las rodillas apoyadas en el suave colchón. De esta forma, tal cuál su espíritu a la abominación, estaba totalmente a la disposición de próximas maldades. La primera fue una larga lengua delineando la puerta a los campos elíseos, la segunda fue una estruendosa nalgada que hizo eco en los nueve niveles del infierno y la tercera se trató de la intromisión a la concupisencia. Sus falanges profanando la santa virginidad de su esfinter, preparándole para recibir el cáliz entre sus piernas, con el cuál dominaba a las más grandes bestias de luz, aquellas que poseían, belleza, juventud, pureza y sensualidad.

La masiva extensión fue dentro del estrecho orificio, Sunghoon gruñó cabalgando a su yegua blanca. Manejó su cinética por medio del sedoso cabello, del cuál se sostuvo enredando los dedos de una mano y tiró hasta que la espalda de su sumiso adoptó la curvatura que deseaba; una que le permitía apreciar los hoyuelos de venus, la carnosidad de sus glúteos sobresalientes y la circunferecia de su pequeña cintura. Se sintió jodidamente excitado que no midió la fuerza con la que follaba al pequeño debajo suyo. Sunoo por su parte no gemía, pero interpretaba la melodía de la lascivia, intercambiando notas de acuerdo al punto que fuese golpeado en su próstata como si se tratara de un piano. El ritmo se determinaba por el golpeteo de las pieles, ahí es cuando reducía el flujo de aire en su performance, cuando distintas técnicas demostraban su destreza. Subía y bajaba la voz dejando salir el placer que entraba en él una y otra vez. No fingía ni tenía la necesidad de hacerlo, tan solo vivía cada sensación de la pérdida de su inocencia.


—Sun... Sun... —. Se removió en su cama durante la mañana, sus padres extrañados observaban huellas en sus muñecas mientras su preciado hijo gemía como un desquiciado entre sueños. Sunoo despertó desesperado, con la dificultad de discernir si era momento de orar y arrepentirse por la traición de su subconsciente o de lo contrario, pretender que no ocurría nada para hacerlo cuando se encontrara solo en su aposento, con la puerta cerrada, solo él y el padre en secreto. —¿Estás bien? —. Mencionó la sofisticada mujer que le dió a luz con una expresión de horror y apertura a la comprensión de lo que sea que estuviese ocurriendo momentáneamente.

—Sí, es decir, tan solo es mi estómago, la cena de ayer me cayó algo pesada —. Observó sus muñecas confundido pero tratando de disimular en medida de lo posible; los recuerdos del sueño de muerte caían como una película. —Creo que más tarde iré al médico —. Se limitó y fue lo último que comentó para levantarse comenzando con su día: desayunó, lavó su cuerpo y sus dientes, prosiguió a vestirse con algo simple pero agradable a la vista y concluyó con encerrarse en su habitación, arrodillándose a consagrar la impureza de su mente, pidiendo con una honesta disculpa que todo aquello en contra de la voluntad de dios se esfumara. Y es que desde que Sunghoon llegó a su vida muchas cosas extrañas le ocurrían cotidianamente. Lo último y más alarmante que lograba recordar, era cuando momentáneamente sintió la explosión de una erección por el simple hecho de dirigirle la palabra, sin contar el hecho de que el más alto ejercía un poderío impresionante en su mente, dificultando la tarea de pensar en otra cosa que no fuera él. Ahora bien, no solo era de alarma, sino que era una completa blasfemia sentirse atraído a un hombre e imaginarlo follándote mientras se caracteriza del mismísimo satán.

Lucifer | SunsunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora