Uno

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Pablo era un Omega abandonado.

La glándula Omega en su cuello había sido cruelmente mutilada con el fin de eliminar la marca de pertenencia en la misma.

Su aroma se percibía enfermo, moribundo y es que debido a su cuerpo lastimado por su antiguo Alfa, por las horribles marcas que dejó en él, precisamente para que ningún otro Alfa lo deseara, es que sufría un descontrol en su estro.

Estaba cerca de la muerte.

La ingesta de supresores e inhibidores era insana.

El Omega en su interior ya no servía y era lamentable.

Gavi solo estaba ahí, esperando el día de su muerte con resignación, hasta que un Delta de primera generación lo encontró, inconsciente por los medicamentos en un oscuro callejón.

Los Deltas no eran sentimentales.

Al ser la casta superior, sus carencias equivalen a su nivel de empatía, inexistentes. Al menos en teoría.

Pero Pedro González siempre era la excepción.

Tomándolo en brazos, lo llevo hasta su departamento donde le cambió las ropas sucias y mojadas, lo metió en su cama e hizo que un médico le revisara solo para cersiorarse si seguía vivo, y si estaba sano.

No lo estaba.

Su salud era deplorable.

No entendía como un Omega, el ser más preciado, la base de la pirámide de las castas podía llegar a lucir así.

Miserable y moribundo.

¿Qué clase de vida había llevado para terminar así?

Los Alfas eran unos bastardos desconsiderados.

No entendía porqué ellos eran los únicos bendecidos con una casta correspondida.

Y no es que él viera como desventaja el ser capaz de acostarse con Alfas, Betas, Gamma e incluso otros Deltas, pero es que simplemente los Omegas eran 'finos', agraciados y malditamente sensuales de una manera única. Su aroma era exquisito, suave. Sus facciones eran tan perfiladas y sus pequeños cuerpos eran una tentación visual, al menos para él.

¿Por qué demonios había Alfas que despreciaban a la única casta que Deltas como él no podían tocar?

Porque no.

Los Deltas no podían tener ningún tipo de relación, sexual o romántica con los Omegas.

¿Por qué?

En cuánto a la primera, sus diminutos y frágiles cuerpos eran el complemento de Alfas. Los Deltas doblaban en altura, peso y polla a los Alfas.

Si él quisiera meter su pene en un lindo agujero Omega, sin dudas no cabría según las leyes de anatomía.

Y sobre el romanticismo...

Los Deltas no tenían aroma.

Aún cuando ellos fueran capaces de percibir el aroma de Alfas y Omegas, ellos no expedían más que una escencia neutra que no servía para atraer Omegas. Después de todo su destino era no liarse entre ellos.

Sin embargo...

Pedro siempre se sentía maravillado, completamente atraído por esa casta.

Tal vez porque era algo prohibido, imposible.

Y no, esa no era su razón para recoger a ese Omega de la calle. Simplemente no podía dejarlo tirado ahí a su suerte.

En cuanto despertara le daría algo de dinero y le permitiría irse.

Pero algo extraño sucedió.

En cuanto Gavi despertó del letargo, su celo comenzó.

Ya no tenía una fecha de inicio ni de termino, ni siquiera de duración. Eso le creaba mucha desventaja. Cualquiera podría atacarlo y él... no sería capaz de defenderse.

Se removió entre las sábanas, gimiendo lastimero mientras sentía su cuerpo arder en temperatura.

¿Sábanas?

Lo último que supo de él, antes de perder la conciencia fue que estaba sobre el frío asfalto en algún lugar.

Se reincorporó lo más rápido que pudo, completamente alerta, sintiendo su vientre bajo contraerse y el lubricante natural comenzando a escurrir por entre sus nalgas desde su agujero.

—¡Ngh!

—No te levantes.—Una voz ajena retumbó en sus oídos. Un sudor frío le recorrió la espalda.

¿Un Alfa?

Sus ojos castaños doblaron su tamaño mientras dirigía la mirada en la dirección de la que provenía la voz.

—¿Sientes dolor en alguna parte? ¿Debería llamar a un médico?—Preguntó Pedri, acercándose con una bandeja en sus manos que dejó sobre la mesita de noche a un lado de la cama.

Todavía no caía en cuenta de la situación aún cuando ya había percibido las dulces y espesas feromonas del Omega.

—S-sexo...—Murmuró Gavi en un jadeo ahogado, extendiendo su mano hacia el Delta que frunció el ceño.

¿Acaso había escuchado bien?

—Oye...

Pedri quiso decir algo, pero el Omega tiro de él hasta hacerlo caer a la cama, gracias a la nula resistencia que puso, le dejo realmente sorprendido.

¿Acaso estaba en celo?

Había leído infinidad de veces lo que los Omegas hacen cuando están en celo, desde nidos hasta demandar horas interminables de sexo a su Alfa.

Solo que él no era un Alfa, pero el Omega que se montó sobre él y comenzaba a mover sus caderas sugestivamente sobre su entrepierna en un acto por excitarlo, dejando en claro lo que quería, era algo a lo que no podía acceder.

Él no podía atender a un Omega. No cuando su frágil cuerpo no estaba hecho para recibirlo.

—Follame...—Jadeó el Omega, aferrando sus pequeñas manos a su camiseta.

—Lo-necesito.—Dijo y Pedri se tensó.

—No puedo, soy un Delta, sueltame y te conseguiré un Alfa.—Propuso y el omega de bonitos ojos negó, mostrando sus colmillos.

–Tú hueles bien. Tú hazlo.—Dijo, y Pedri le miró pasmado.

¿Qué él olía bien? ¡¿Qué demonios...?!

—¿Acaso quieres que te mate?—Inquirió, oscureciendo su mirada en una expresión dura.

—¿Tu culo no está sintiendo correctamente la dimensión de mi polla que ni siquiera está dura en este momento?

Solo entonces Gavi lo notó.

La enorme polla sobre la que estaba mesiendose era enorme. La de Vinicius era grande, pero está era una maldita monstruosidad.

Su agujero se humedeció aún más.

—No me importa, solo quiero coger. Lo haga o no contigo, de cualquier forma voy a morir.—Respondió.

Y Pedri se quedó sin palabras por un segundo.

—Entonces sirvete tú mismo.—Dijo.—Si tanto es tu deseo por ser cogido aún cuando puedes morir, hazlo tú solo. Yo solo me esforzaré por no ponerme duro.

Firmando así su sentencia, porque Pablo no moriría esa noche y él se pondría jodidamente duro los próximos días.

DeltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora