Life 04: El eterno castigo de un Dios

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"Génesis 3:14: Y el señor Dios dijo a la serpiente: Por cuanto has hecho esto, maldita serás más que todos los animales, y más que todas las bestias del campo; sobre tu vientre andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida"

Un profundo y lacerante silencio se abatió sobre la atmósfera en el preciso instante en que el sacerdote, con una pequeña sonrisa adornando su semblante, pronunció las palabras que Issei tanto había anhelado y temido escuchar.

— Tenemos noticias sobre tus padres... — Anunció Touji, atento a la reacción del muchacho.

Tras ello; el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. El trino de los pájaros, la algarabía matutina de la ciudad; todo se apagó repentinamente, como si una ola de silencio los hubiera devorado por completo. Sus labios temblaron, y sus manos se aferraron con fuerza a su propio pecho mientras avanzaba lentamente hacia Touji, tambaleándose con cada paso que daba.

Su corazón latía desbocado, cada latido era un golpe seco contra sus costillas. La incertidumbre lo consumía, abrasando con cualquier rastro de calma en su interior. La pregunta que ardía en su mente era tan urgente que apenas pudo articularla:

— ¿M-mis... Mis padres...? — Inquirió Issei con un hilo de voz apenas perceptible. Se abalanzó sobre el hombre, apretando sus hombros con una intensidad que denotaba toda su angustia. —  ¿¡E-están bien!? ¿¡Les pasó algo malo!? ¿¡Qu- — Su tono de voz, inicialmente desesperado, se elevó a un grito ahogado que resonó en la quietud del ambiente. Sin embargo, un dedo sobre sus labios lo obligó a callar abruptamente. Al volver su vista, se topó con la mirada comprensiva pero firme de Touji, que lo instaba a tranquilizarse.

— Te entiendo, hijo. Sé por lo que estás pasando. Pero por favor, respira hondo y trata de calmarte, ¿De acuerdo? No querrás armar un alboroto. — Aconsejó con voz serena, retirando su dedo. El niño, con la mirada aún llena de preocupación, asintió en silencio, pero la necesidad de saber era más fuerte que cualquier otra cosa. — Bien, no te alarmes, las noticias que traigo son buenas, muy buenas de hecho. — Continuó Touji con una sonrisa consoladora.

— ¿E-en serio? — Preguntó Issei con la voz entrecortada por la emoción. Un destello de ilusión se encendió en sus ojos al escuchar las palabras del oji-violeta, retrocediendo ligeramente. La tensión que lo había atenazado momentos antes comenzó a disiparse, dando paso a una mezcla de curiosidad y esperanza. — ¿E-entonces...? — Insistió, ansioso por conocer la buena noticia que Touji le había prometido.

— Tanto Gorou como Mikki se encuentran fuera de peligro. — Un suspiro de alivio se deslizó suavemente entre la boca del chico, liberándolo por completo del miedo que lo había estado asfixiando. La alegría inundó su ser por un breve instante, como un rayo de sol que atraviesa las nubes más oscuras. Sin embargo, aquella alegría fue efímera, reemplazada por una nueva oleada de inquietud que nubló su rostro. 

Con una profunda preocupación en su hablar, Issei formuló su siguiente pregunta:

— ¿P-pero...? ¿Qué pasa con ellos? ¿Por qué no despiertan?

— Se han revisado los resultados de los análisis una y otra vez, y la única conclusión a la que se ha podido llegar, es que su sangre está maldita... Una maldición ancestral que los mantiene atrapados en un sueño profundo del que, hasta ahora, no se ha encontrado una manera de romperla. — El golpe fue duro, como un puñetazo en el estómago.

El aire pareció escapársele de los pulmones debido a esto, mientras el mundo a su alrededor comenzaba a girar vertiginosamente. Sus oídos se negaban a aceptar lo que acababa de escuchar. Sus manos se aferraron a la rugosa corteza de un árbol cercano, buscando un apoyo que el suelo aparentaba negarle. La mente le daba vueltas, tratando exasperadamente de asimilar la información que acababa de recibir.

High School DxD: Reficere latentis veritatisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora