𝗞𝗶𝘁𝘁𝗲𝗻𝘀!

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Yuuji y Megumi regresaban de la casa de Gojo, tuvieron que quedarse ahí a pasar la noche debido a la tremenda tormenta que duró hasta las tres de la madrugada. El camino de regreso no era muy largo, pero tenían que pasar medio vecindario para llegar a su edificio dónde compartían un departamento.

—¡Gracias por dejarnos quedar, Gojo-senpai! — agradeció el pelirosado con una sonrisa. —Lamentamos la molestia — agregó una risilla avergonzada.

—Hey, no hay problema, Yuuji-kun — el albino abrazó al pelirosado de los hombros.

—Ya vámonos, Yuuji — habló Fushiguro, separando a su novio del molesto de Gojo. —Gracias, ya nos vamos.

Itadori se despidió una vez más del albino y caminó junto a su novio hasta el edificio. Esa mañana hacía frío, estaba nublado e incluso había algo de neblina y con cada suspiro, el aire era helado. La parejita iba tomada de la mano, con Yuuji hablando —quejandose— de lo incómodo que fue dormir en la casa de Gojo. Megumi le daba la razón a su novio, asintiendo y comentando de vez en cuando.

Llegaron a su edificio, dónde la entrada tenía algunos árboles pequeños, de los cuales caían algunas gotas de agua a modo de rocío. Iban a entrar por fin, pero Megumi logró escuchar unos maullidos cerca de unos de los arbustos.

—Yuuji, ¿escuchas eso? — preguntó, intentado agudizar su audición e identificar de dónde venían esos maullidos y chillidos.

—¿Oír qué, Gumi? — dijo Itadori, prestando atención a su al rededor.

Fushiguro logró identificar de dónde provenían esos maullidos. Se acercó a unos de los arbustos, mojándose un poco con el rocío, cosa que no le importó cuando vió una cajita de cartón totalmente húmeda con agujeros en las paredes. Abrió la caja, esperando ver a un gatito, cuando en realidad eran cincos gatitos los que maullaban por comida, totalmente empapados. Esos gatitos no podían tener más de tres meses. Estaban desnutridos, sucios, temblando y mojados. ¿Qué insensible deja a unos gatitos en una caja y bajo una tormenta?

—¿Qué es, Gumi? — Itadori se acercó a dónde estaba su novio, que parecía congelado. Curioseó y se agachó a la altura a la que estaba hincado su novio, viendo a los gatitos en la caja. —¡Aw! Pobrecitos ... — su mirada se suavizó, y sin importarle mucho mojarse, tomó a un par de gatitos, uno era color blanco y otro anaranjado a franjas más oscuras. Los abrazó y los metió dentro de su chamarra, intentado darles calor. —Pobres, se están muriendo de frío... 

—Se van a enfermar — dijo Fushiguro tomando años otros tres, haciendo lo mismo que hizo su novio. —Los revisaré, vamos, no los voy a dejar aquí — se levantó con los gatitos en brazos.

Fushiguro estudiaba medicina veterinaria, incluso trabajaba en una clínica como pasantía desde hace un par de semanas, y al ser de esas personas que le da más pesar ver a los animales sufrir que a los humanos, tenía la necesidad de cuidar a esas criaturitas que habían sido abandonadas en una terrible tormenta, quien sabe cuánto llevaban sin comer y en mal estado.

—Yay, que lindo eres, Gumi — sonrió Yuuji, siguiendo a su novio a su apartamento.

Al llegar a su hogar, Yuuji fue a buscar una caja de plástico y la rellenó con varias mantas y toallas, dejando a los gatitos ahí mientras Fushiguro buscaba una pomada cicatrizante y llodo ya que había visto algunas heridas en los gatitos.

—¿Les damos leche? — preguntó Yuuji, mirando a su novio que sacaba a los gatitos uno por uno.

—No por ahora, están pequeños, no han de pasar de los tres-cuatro meses, le podría hacer daño — explicó, terminado con el secado de los gatitos. —Ayúdame con este que es el que está peor — dijo, tomando a uno de los gatitos, color gris y de ojos verdes que tenía una herida abierta en el lomo.

『 𝐅𝐔𝐒𝐇𝐈𝐈𝐓𝐀 𝐎𝐒 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora