Existen Margaritas.En donde yace reposante el cuerpo dormido de Orquídea no se encuentran más que sus ilusiones fallecidas. No dibujaba otra cosa diferente de nubes quejumbrosas con mala cara que le recordaban a Cielo, agradecida con aquel luto que nunca guardó cuando se dio cuenta que sus propios corazones dejaron de figurar entre las páginas.
Orquídea no había vuelto a pensar en el sinfín de dolores que mantenía dentro de su pecho hasta que aquellos boleros nocturnos se apoderaron de su ventana. No hubo suspiros ni anhelos y más que amores eran rastros de decepción.
Una sin nombre y sin apellido, tal vez más propia que ajena; y Orquídea, resonante y cansada, ni siquiera se dejó vivir.
Murió de paz y de recuerdos, de lazos desatados y margaritas allí donde cayó, donde una melena roja se vio secuestrada por las aguas saladas de un mar desahuciado.