Un amor clandestino

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Los días siguientes se convirtieron en una danza secreta de citas furtivas. Miguel y Ángel se inventaban excusas para escapar del control de sus familias y encontrarse en lugares apartados, parques escondidos y cafés con poca luz. En cada encuentro, su amor se intensificaba, como una llama que ardía con fuerza a pesar del miedo y la incertidumbre.

Compartían poemas, canciones y confidencias, desnudando sus almas y creando un universo propio donde solo ellos existían. Miguel recitaba versos de Neruda y Machado, mientras Ángel le regalaba dibujos y bocetos llenos de color y pasión. La música de Serrat y Paco Ibáñez se convertía en la banda sonora de su amor clandestino, un himno a la libertad y a la esperanza.

En la intimidad de sus escondites, sus manos se entrelazaban con timidez, sus labios se rozaban con ternura y sus cuerpos se apretaban con deseo. La pasión que los unía era una fuerza arrolladora que desafiaba las normas sociales y las convenciones de la época.

Sin embargo, la felicidad era efímera. La sombra de la censura y la represión pesaba sobre ellos como una losa. Sabían que su amor era un secreto que debía ser guardado bajo llave, una flor delicada que debía crecer en la oscuridad para no ser marchitada por la intolerancia.

Un día, mientras paseaban por el Retiro, un parque emblemático de Madrid, se encontraron con un grupo de amigos de Miguel. La mirada de sorpresa y desaprobación en sus rostros los congeló de miedo. Ángel, instintivamente, se soltó de la mano de Miguel y se alejó con rapidez, dejando a Miguel solo y desolado.

Esa noche, Miguel no pudo dormir. La culpa y el miedo lo atormentaron. Se debatía entre la necesidad de proteger a Ángel y el deseo de vivir su amor a la luz del día. Sabía que la sociedad no estaba preparada para aceptarlos, que su relación era un peligro para ambos.

Al día siguiente, Miguel escribió una carta a Ángel, llena de amor y dolor. En ella, le expresaba su profunda tristeza por lo sucedido y le pedía que se alejara de él para evitarse problemas. La carta era una despedida desgarradora, un sacrificio que Miguel hacía por el bien de la persona que amaba.

Ángel, al recibir la carta, se sintió devastado. Su mundo se derrumbaba a su alrededor. No podía imaginar una vida sin Miguel, sin su amor, sin su luz. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras releía las palabras de Miguel, llenas de una ternura infinita y una resignación dolorosa.

A pesar del dolor, Ángel comprendió el sacrificio de Miguel. Sabía que el mundo en el que vivían no era justo, que su amor era una fruta prohibida que solo podía ser disfrutada en secreto. Con el corazón roto, pero con la frente en alto, decidió seguir adelante, guardando en su memoria el recuerdo de un amor imposible que jamás olvidaría.

El Amor en Tiempos Prohibidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora