El Amor en Tiempos Prohibidos

La tragedia

La vida de Miguel se convirtió en una sombra de lo que había sido. La ausencia de Ángel era un vacío insoportable que lo consumía por dentro. Sus días se llenaron de una tristeza profunda y una nostalgia que lo perseguía como un fantasma. Dejó de lado sus estudios, sus amigos y sus aficiones. La única luz que iluminaba su oscuridad eran los recuerdos de su amor imposible, los momentos compartidos en secreto, las palabras de aliento y las promesas de un futuro que nunca llegaría.

Ángel, por su parte, se refugió en su arte. Sus obras, antes llenas de color y alegría, se tornaron oscuras y melancólicas, reflejando la tristeza que inundaba su alma. En cada pincelada, en cada línea dibujada, vertía su dolor y su frustración por un amor que no podía ser.

Los meses se convirtieron en años, y la herida en el corazón de Miguel y Ángel no cicatrizaba. La sociedad española, aferrada a sus tradiciones y prejuicios, les negaba el derecho a amar libremente. Su historia era un susurro en el viento, una mancha en la fachada de una sociedad hipócrita que condenaba lo diferente.

Un día, la tragedia golpeó con crueldad. Miguel enfermó gravemente. La tuberculosis, una enfermedad devastadora en la época, lo consumió en cuestión de meses. Ángel, al enterarse de la noticia, se sintió desolado. El dolor y la culpa lo inundaron como un tsunami.

A pesar del riesgo, Ángel decidió visitar a Miguel en secreto. Lo encontró en una cama, pálido y demacrado, pero con una sonrisa tenue en sus labios al verlo. Se miraron a los ojos, y en ese instante, todas las palabras que nunca se habían dicho se expresaron en un silencio elocuente.

Las últimas semanas de Miguel fueron un tormento de amor y dolor. Ángel lo acompañó en su agonía, brindándole consuelo y cariño. Juntos recordaron los momentos felices que habían compartido, las risas, las confidencias, la pasión que los unió en un tiempo de oscuridad.

Finalmente, Miguel sucumbió a la enfermedad. Su muerte dejó un vacío irreparable en el corazón de Ángel. Su amor, prohibido y condenado por la sociedad, se había convertido en una herida que nunca sanaría.