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Desperté con el aroma tentador de la comida que se estaba sirviendo en el avión. Con el estómago gruñendo de hambre, me levanté de mi asiento y me dirigí hacia las mesitas que habían sido desplegadas en el jet. Me senté junto a mi padre, Christian, quien me recibió con una sonrisa cálida.

Sergio, siempre curioso, no tardó en lanzar una pregunta. 

-_____, cuéntanos cómo te fue en Los Ángeles-, dijo con una expresión de interés genuino.

-Fue tranquilo, solo sesiones de fotos-, respondí, tratando de mantener mi respuesta lo más vaga posible.

Mi padre, sin embargo, intervino con un tono serio. 

-Tiene prohibido comprar esa revista, y si la compran, les corto la cabeza-, advirtió, haciendo referencia a mi reciente sesión de fotos para Calvin Klein, que incluía lencería.

Una risa nerviosa escapó de mis labios mientras asentía en acuerdo con mi padre. La idea de que mi familia pudiera ver esas fotos me hacía sentir incómoda, pero sabía que formaba parte del trabajo que había elegido.

El resto del almuerzo transcurrió con conversaciones livianas y risas ocasionales

Después de la conversación en la mesa, regresé a mi lugar en el avión, sumergiéndome en la pantalla de mi computadora portátil para revisar algunos correos importantes. La atención a mi alrededor se desvaneció mientras me concentraba en resolver los asuntos pendientes.

Después de un rato, noté que Max se acercaba. Levanté la mirada brevemente, pero volví rápidamente a mi tarea, no dispuesta a enfrentar otra confrontación con él.

-Sabes por qué se acabó esa revista en Miami?-, preguntó Max, interrumpiendo mi concentración.

Negué con la cabeza. 

-No, solo dijeron que se acabaron dos horas después del lanzamiento-, respondí, sin levantar la vista de mi pantalla.

-No sabes lo difícil que fue recolectar 5 mil revistas de 30 sucursales-, continuó Max, con un tono de frustración evidente en su voz.

-¿En serio? ¿Qué hiciste con ellas?- pregunté, genuinamente intrigada por su respuesta.

-Las tengo en mi casa. Son para mí-, respondió Max con un tono de desafío.

Mi corazón se hundió al escuchar su respuesta. 

-Dios, Max, ¿qué te pasa?-, murmuré, incapaz de comprender la razón detrás de su comportamiento obsesivo y controlador. 

Max suspiró, aparentemente resignado. 

-Nada, hubiera comprado todas las revistas del mundo, pero hasta un video grabaste- admitió, con una nota de amargura en su voz.

-Max, es mi trabajo-, respondí, intentando mantener la calma a pesar de la creciente tensión entre nosotros.

-Sí, pero nada más terminamos y fuiste a modelar para ropa interior- replicó Max, con un tono acusador.

Sus palabras me hirieron profundamente. 

-Antes no lo hacía porque te ponías como loco, peor que mi padre, Max-, le recordé, tratando de hacerle entender mi perspectiva.

-Porque eres mía. Si puedes hacer esas sesiones, porque tú decides qué hacer, pero no me digas que no sienta celos cuando imagino que un imbécil se toca viéndote-dijo Max, con una mezcla de dolor y posesividad en su voz.

Me quedé en silencio por un momento, asimilando sus palabras. La sensación de estar atrapada en un juego de emociones complicadas y expectativas irreales pesaba sobre mí

All I Ask - Max Verstappen-+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora