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Estoy nerviosa mientras esperamos en la sala de espera del consultorio del médico, mi mano entrelazada con la de Max mientras ambos aguardamos ansiosamente nuestro segundo ultrasonido. Las emociones revolotean dentro de mí como mariposas inquietas, preguntándome qué revelará esta imagen sobre nuestro futuro como padres.

Max, a mi lado, parece igualmente ansioso, sus ojos brillando con expectación mientras espera para ver la primera imagen de nuestro bebé. Desde que supimos que estábamos esperando, ha estado soñando con tener una niña, hablando sobre cómo la vestiríamos y qué nombre le pondríamos. Pero para mí, lo único que importa es que nuestro bebé esté sano y feliz, sin importar su género.

Finalmente, somos llamados a la sala de ultrasonido, y entramos con el corazón en la garganta. Me recuesto en la camilla, mientras el técnico de ultrasonido aplica el gel y comienza a mover el transductor sobre mi abdomen, buscando la imagen de nuestro pequeño milagro.

La pantalla se enciende, y nuestras miradas se fijan en la imagen borrosa que comienza a formarse. Mi corazón late con fuerza mientras espero el veredicto del técnico.

-Ahí está-, dice el técnico finalmente, señalando una pequeña figura en la pantalla. -Y parece que tenemos un... ¡niño!-

La noticia cae sobre nosotros como una sorpresa, y por un momento, me quedo sin palabras, procesando la revelación. Miro a Max, cuyo rostro se ilumina con una sonrisa radiante, y siento un torbellino de emociones dentro de mí.

-¡Un niño!-, exclama Max, su voz llena de emoción y alegría. -¡Eso es increíble!-

Sonrío, sintiendo un nudo en la garganta mientras contemplo la imagen en la pantalla, sabiendo que este pequeño ser cambiará nuestras vidas para siempre.

Nos quedamos allí, absorbidos por la belleza de la imagen en la pantalla, mientras el técnico de ultrasonido continúa explorando y revelando más detalles sobre nuestro hijo. Cada pequeño latido del corazón, cada movimiento, es un recordatorio del milagro que está creciendo dentro de mí, y siento una oleada de amor y gratitud hacia este pequeño ser que pronto llegará a nuestras vidas.

Max no puede apartar la mirada de la pantalla, sus ojos brillando con asombro y admiración mientras observa cada movimiento de nuestro hijo. Sus manos buscan las mías, entrelazándose en un gesto de apoyo y amor inquebrantable.

-Nuestro hijo-, susurra, su voz llena de emoción y alegría. -¡No puedo esperar para conocerte, pequeño!-

Sus palabras llenan mi corazón de calidez y felicidad, y me encuentro sonriendo mientras contemplo la hermosa escena frente a nosotros. Aunque nunca antes había imaginado que tendríamos un niño, ahora no puedo esperar para verlo crecer y convertirse en la persona increíble que sé que será.

Después de unos momentos más, el ultrasonido llega a su fin, y nos despedimos del técnico con gratitud y emoción. Salimos del consultorio con los corazones rebosantes de felicidad y anticipación, listos para comenzar este nuevo capítulo en nuestras vidas como padres.

Una extraña sensación me ha estado persiguiendo durante días, una sombra sutil pero persistente que se aferra a mi conciencia. Me siento inquieta, como si algo estuviera fuera de lugar en mi mundo, aunque no puedo poner el dedo en qué es exactamente.

En medio de nuestra felicidad por la noticia del embarazo y la emoción de ver a nuestro hijo en el ultrasonido, esta sensación persiste, como un peso en el fondo de mi mente. A veces, me despierto en medio de la noche con un escalofrío recorriendo mi espina dorsal, como si un presagio sombrío se cerniera sobre mí.

Intento descartar estas sensaciones como simples nervios, pero no puedo evitar sentirme cada vez más ansiosa a medida que pasan los días. La idea de mi propia mortalidad se ha arraigado en mi mente, como una sombra oscura que me sigue a todas partes.

All I Ask - Max Verstappen-+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora