Los días iban pasando, cumpliendo Mario con su palabra al ayudarme en la andadura de una escritora novata, escribiéndome por privado y comentando cada uno de mis escritos publicados. Sé que su intención era que fuera desarrollando todo mi potencial, y le agradecía ese gesto muchas veces al terminar de hablar.
De modo que, conversación tras conversación, y sin darme cuenta, me fui colando poco a poco en su vida personal, desvelándose pequeños pedazos de ella en cada una de nuestras charlas.
Lo primero que me contó fue su tormentoso matrimonio con Victoria. Apenas duró un año. Me dijo que lo echó a la calle de mala manera una madrugada, tras una acalorada discusión en la que la ropa de él terminó toda esparcida en mitad de la calzada. Era una mujer muy temperamental.
A ella la conoció una mañana mientras hacía senderismo con Sergio, su mejor amigo, en el Parque Natural de Somiedo. Iba cargado con su mochila, sus prismáticos y el mejor de los mapas, pues allí la cobertura del móvil era pésima, y muy a pesar de esa ayuda, se encontraba perdido, sin saber cómo volver a Aguino, una parroquia del concejo de Somiedo de apenas treinta y dos habitantes entre un total de diecinueve viviendas. Era apenas una gota en todo un océano.
Victoria, gran amante de la naturaleza, en ese momento estaba sentada en una gran roca junto a un par de amigos, y se quedó mirando fijamente a ese tipo que andaba con su mapa sin saber muy bien a dónde iba. Sus miradas se cruzaron, y él, en un acto de valentía, decidió hablar con ella.
Iniciaron una amistad que muy pronto se consolidó en nuevas escapadas a la montaña, pero en esas ocasiones sin más compañía que la de ambos.
Fue un verdadero flechazo lo que sintió por ella, de esos que solo se tienen una vez en la vida. Era su verdadera alma gemela, como muchas veces me decía cuando hablaba de ella. Aunque se sentía culpable por su ruptura, como si hubiera hecho algo tan horrible e imperdonable que no lo podía ni nombrar.
Sobre ese último punto me costó mucho que se sincerara.
—¿Por qué dices que Victoria te ha dejado por tu culpa? —quise saber una noche que empezamos a hablar por mensajes.
—¡Elena!, debí ser mejor marido, y dejémoslo ahí.
—Yo solo quiero entenderte nada más, pero si no quieres hablar del tema lo respeto —concluí para que no se sintiera incómodo con mi entrometida pregunta.
No me dijo nada de ese asunto, muy a pesar de que se alargó la conversación más de una hora. Aunque lo que sí sabía era que discutían mucho, reconciliándose posteriormente con mucha pasión. Esa última parte sí me la contaba con detalle.
Como pasó en una de sus escapadas a la sierra, en un intento del cese de hostilidades entre ellos. Cuando me relató todo lo sucedido esos días pude definir mucho más la personalidad de Victoria.
Se fueron de fin de semana a explorar nuevos lugares, como muchas otras veces, y tras un largo día de caminata entre piedras y arbustos, montaron la tienda junto a un pequeño arroyo. No estaba permitido acampar en ese lugar, así que, se cobijaron detrás de unos matorrales y bajo un nogal. Era algo que hacían a menudo, y creo que les gustaba el riesgo que suponía hacer cosas fuera de la legalidad.
Pero Victoria siempre iba más allá y le atraía la idea de mantener relaciones sexuales en plena naturaleza. Esa tarde de verano la pasaron sintiendo la belleza de la madre tierra en su piel.
Decidieron darse un baño en las refrescantes aguas que les proporcionaba el riachuelo junto al que habían acampado. Se desnudaron por completo, cubiertos tan solo por la intimidad que les daba ese lugar tan apartado de las miradas indiscretas. Mario no se sentía del todo cómodo, pero quería complacerla en sus deseos. Por lo que se metió en el arroyo, siguiendo los pasos de Victoria.
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TEMIENDO SENTIR (DISPONIBLE EN AMAZON)
Romance"Temiendo sentir" es el segundo libro de la colección "Murmullos al viento", formada por tres relatos largos que cuentan historias muy diferentes, en las cuales la autora nos intenta zambullir en un torbellino de acontecimientos gracias a su ágil na...