| 𝐏𝐑𝐄𝐅𝐀𝐂𝐈𝐎 |

561 73 4
                                    

▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂

INTRODUCCIÓN | 𝓘
Los Ocho Pecados Capitales.

INTRODUCCIÓN | 𝓘Los Ocho Pecados Capitales

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

| 𖦹 |

EL SONIDO DE VASOS CHOCANDO, RISAS DE ALEGRÍA y conversaciones triviales llenaban una pequeña taberna situada en la cima de una colina. Era medio día y el sol otorgaba una calidez reconfortante a las personas de por ahí, además del agradable canto de las aves y la inédita sinfonía de la paz de la aldea de Kaynes.

En aquella taberna, que llevaba el nombre de "El Sombrero de Jabalí",  se encontraban múltiples hombres sentados en mesas con tarros de cerveza llenos hasta el tope y platillos a medias.

—Hoy sí que ha sido un día cansado —resopló un hombre castaño junto a sus dos amigos, quienes le dieron la razón.

—Eso ameritaba una cerveza, ¿no? —rió uno de sus compañeros, quien miró a ambos lados en busca del mesero que todavía no les traía su pedido—. Por cierto, ¿en dónde se metió ese muchacho?

—¡Aquí tienen! —exclamó de repente un niño de cabellos dorados y ojos esmeralda, colocando los tarros de alcohol sorpresivamente sobre la mesa.

Eso hizo que los hombres saltaran de la impresión, casi cayéndose de sus sillas y mirando extrañados al adolescente que rió levemente.

—¡Casi nos matas, niño! —reclamó el castaño, sobándose la espalda baja con una mueca enfadada.

—¡Lo lamento! —se disculpó el susodicho, rascándose la nuca.

Aquel rubio era de baja estatura y fisionomía delgada. Llevaba puesto una camisa blanca, un chaleco negro, una corbata roja y unos pantalones blancos, además de una permanente sonrisa y una mirada amable, dándole un aspecto infantil y un poco desaliñado.

—Oye, ¿no eres muy joven para ser mesero en una taberna? —preguntó un pelinegro con genuina curiosidad, tomando un sorbo de su cerveza luego de examinar al niño rápidamente.

—Yo no soy solo un mesero, soy el dueño —afirmó, llevando una expresión neutra.

—Ya, ya, hijo —rió jovialmente, negando con la cabeza—. Tu padre debe de estar por allá dentro, ¿no?

—Lo digo en serio, yo soy el dueño de esta taberna.

El rostro de seriedad del muchacho hizo que aquellos hombres se miraran entre sí confundidos, preguntándose si lo que decía era verdad o estaba intentando probar su paciencia.

𝐈𝐍𝐃𝐎𝐋𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀. Nanatsu No Taizai.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora