El descubrimiento de que somos
responsables de nuestra propia
destrucción nos invita a reflexionar
sobre el poder que resiste en nuestras
decisiones y acciones. En la soledad,
nos enfrentamos a la verdad de que
somos nuestra única compañía,
nuestro único mundo y, en última
instancia, nuestro único destino. Este
conocimiento nos desafía a asumir la
responsabilidad de nuestra existencia,
a forjar nuestro propio camino y
encontrar significado en cada
respiración. En última instancia, somos
los arquitectos de nuestra propia vida,
y en esa verdad yace la libertad más
profunda y la responsabilidad más
sagrada...
