Kuchisake-Onna

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Sus manos entrelazadas destacaban al caminar por los aglomerados pasillos de la universidad. Despertaban la envidia de muchos y también los comentarios hipócritas porque su relación era tan perfecta.
Zoro y Sanji ya tenían saliendo tres años, su interés fue mutuo al verse por primera vez. El rubio era un nuevo ingreso y tenía un brillo que cautivó a Zoro dejandolo boquiabierto y con las burlas de sus amigos a espaldas suyas por fijarse en alguien mucho menor que él. Sin embargo los comentarios de la gente  no lo detuvieron y en cuanto tuvo la oportunidad invitó al rizado a tomar un café.

Está de más decir que el rubio era alguien completamente risueño y adorable, aunque también tenía un fuerte temperamento y eso le gustaba a Zoro, por lo que no se rindió con él y al poco tiempo ya era eran novios, su amor había surgido de manera tan natural que la gente no se lo podía creer.

El moreno ya casi estaba por terminar su tesis para graduarse en fotografía y Sanji iba por mediados del cuarto semestre de gastronomía. No tenían la vida planeada, pero les iba bien en los estudios y a Zoro, además, en su trabajo independiente.

Todo parecía ir demasiado bien, todo tan tranquilo y hermoso en una corriente en la que Sanji comenzó a sentirse algo agobiado sin saber exactamente porque. Incluso en ese momento donde Zoro le había tomado la mano para ir al comedor de la universidad, con todos mirando y comentando a su alrededor lo felices que se veian, lo hacía bajar la cabeza y sentirse extraño. Era como si todos asumieran que su vida ya estaba planificada y que al salir de los estudios se casaría con el cabeza de lechuga de su novio, tendrían hijos, una casita, un auto, un perrito y serían felices para siempre.

Estás no eran solo ideas suyas, ya había sido víctima de esos comentarios más de una vez, de esas preguntas recurrentes sobre si pensaba casarse con Zoro, si vivirian juntos y demás y sinceramente él no sabía cómo responder porque aún era muy joven, o eso pensaba. No podía dejar de sentirse con el agua al cuello, como si la vida fuese una lista de cosas por hacer, incluso su propio padre le cuestionaba a diario sobre el tema de su noviazgo con el moreno y que harían al salir de la universidad. Está situación lo estaba estresando desde hace meses, pero era algo que tampoco se atrevía a conversar con Zoro. No tenía nada en contra de su novio, era un hombre atento, con mal carácter a veces, pero siempre le cumplía los caprichos y lo trataba con amor a pesar de ser irritables en ocasiones entre los dos. Aún así, no podía disfrutar a plenitud de sus momentos debido a los conflictos mentales que le generaba la situación, como si no tuviera la oportunidad de hacer otra cosa con su vida más que casarse y tener niños de aquel hombre. Está era una idea que parecía pintar gris cuando venía de la boca de sus amigas, que solo hablaban de viajar y vivir la vida sin nada ni nadie que las detenga.

Un suspiró ahogado recorrió a Sanji  desde la boca del estómago mientras veía su plato de comida aún sin tocar sobre la mesa. Podía sentir la mano de Zoro en su hombro dandole algunas caricias distraídas mientras estaban en la mesa, en el comedor frente a todos. Siempre comían juntos en las horas libres, siempre intentando pasar tiempo de calidad porque luego estaban en exámenes o en sus clases y no todos los días Sanji podía escaparse de casa para quedarse con su novio.

Volteó a ver a Zoro, este ya había terminado de comer y estaba absorto en su celular, pero él, no dejaba de notar todas las miradas de sus compañeros que no perdían pista de lo que hacían entre ellos. Antes amaba alardear de lo guapo que era el Marimo, de los regalos que le hacía o simplemente se quejaba de su mal carácter, pero ahora era difícil estar junto a él y ser tratado de aquella manera que parecía comprometer más y más su futuro.

Aún estando distraído, Zoro era muy conciente de la presencia de su acompañante y se le hacía normal estirar la boca en su dirección para dejarle un beso donde sea que chocarán sus labios en ese momento. Por lo que Sanji dió un brinquito volviendo a su realidad cuando sintió el contacto en la cien, un beso que le dejó la cara llena de rubores y con sus ojos en dirección al moreno.

NoroiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora