"Tirano del Ultimatrix: La Oscura Transformación de Izuku"

El Comienzo De Todo Prólogo.

Inko y Izuku caminaron por los pasillos estériles del hospital, la tensión palpable en el aire. Inko apretaba con fuerza la mano de su hijo, tratando de transmitirle algo de apoyo en medio de su preocupación. Llegaron a la oficina del médico y fueron recibidos por un hombre de mediana edad con una expresión seria en el rostro.

El doctor revisó los registros médicos de Izuku y realizó algunas pruebas adicionales. Después de un largo silencio que pareció una eternidad, el médico finalmente habló: "Lo siento, señora Midoriya, pero parece que Izuku no ha manifestado ningún Quirk".

Las palabras golpearon como un martillo en el pecho de Inko, quien sintió una mezcla de incredulidad y decepción. Miró a su hijo con una expresión que mezclaba tristeza y frustración. "¿Ningún Quirk?", murmuró, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.

Izuku, por su parte, sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies. Había esperado durante años que su Quirk se manifestara, pero ahora enfrentaba la cruel realidad de su condición de Quirkless. Un nudo se formó en su garganta mientras luchaba por contener las lágrimas.

Inko, incapaz de ocultar su desilusión, miró a Izuku con ojos llenos de amargura. En ese momento, una sombra de duda y decepción se instaló en su corazón, cuestionando el valor y la utilidad de su propio hijo. La idea de tener un hijo sin Quirk la llenaba de temor y preocupación por su futuro en un mundo donde los Quirks eran la norma.

La visita al hospital no solo dejó a Izuku enfrentándose a la realidad de su Quirklessness, sino también con el peso abrumador de la desaprobación de su madre, una carga que pesaría en su corazón mucho después de salir por las puertas del hospital.

Al llegar a casa, Inko y Izuku fueron recibidos por el esposo de Inko y su hija, Izumi. La atmósfera estaba cargada de tensión mientras Inko trataba de encontrar las palabras adecuadas para explicar la situación.

Con una voz temblorosa, Inko les contó a su esposo y a Izumi que el médico había confirmado que Izuku no tenía ningún Quirk. El padre de Izuku frunció el ceño, su expresión oscureciéndose con una mezcla de decepción y frustración.

"¿Cómo es posible?" murmuró, su tono lleno de incredulidad. La idea de tener un hijo sin Quirk le resultaba difícil de aceptar.

Izumi observaba la escena en silencio, su mirada alternando entre su madre y su hermano. Aunque no dijo nada, su expresión reflejaba confusión y preocupación por el futuro de Izuku.

El padre de Izuku, incapaz de ocultar su descontento, miró a su hijo con una mezcla de desilusión y desaprobación. En ese momento, Izuku se sintió como si fuera una carga para su familia, una decepción que pesaba en el ambiente como un manto de tristeza.

La revelación de la falta de Quirk de Izuku no solo sacudió los cimientos de su propia identidad, sino que también desencadenó una tormenta de emociones en su familia, dejando a todos luchando por encontrar una manera de lidiar con esta nueva realidad.

Inko observó a Izuku con una mirada llena de amargura, su corazón lleno de dolor y decepción. Con una voz temblorosa, le dijo a Izuku que fuera a su habitación, sin querer verlo en ese momento. Las palabras golpearon a Izuku como un puñal en el pecho, dejándolo aturdido y desamparado.

Sin decir una palabra, Izuku asintió con tristeza y se dirigió a su habitación con pasos lentos y pesados. Cada paso parecía pesar una tonelada mientras cargaba con el peso abrumador de la desaprobación de su propia madre.

Una vez en su habitación, Izuku se dejó caer en su cama, sintiendo un nudo en la garganta y un vacío en el pecho. Las lágrimas amenazaban con brotar, pero se negaba a dejarlas salir. Se sentía solo y perdido, incapaz de comprender por qué su propia madre lo miraba con tanto desprecio.