la segunfa

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Wow, había tenido el sueño más intenso de mi vida. Mis pensamientos ardían, alimentados por la llama de una obsesión que crecía sin control. No podía permitir que esto continuara así, escapaba de la normalidad, desafiaba los límites de la cordura. Me acomodé en la cama, tratando de encontrar consuelo en la quietud de la noche, pero de repente sentí un cuerpo cálido junto al mío, emanando un calor que me envolvía. El roce de la piel ajena hizo que se erizara la mía, y en ese instante, una oleada de sensaciones recorrió mi cuerpo, desde la punta de los dedos hasta el centro de mi ser. Un fuego se encendió en mi entrepierna, consumiendo cualquier pensamiento racional que quedara. En ese momento, me di cuenta de que no era solo un sueño muy real, sino que la realidad misma se había convertido en un sueño del que no podía despertar.

Me giré lentamente para confirmar mis sospechas, y allí estaba él, profundamente dormido, como un ángel descansando en la penumbra matutina. La luz tenue que se filtraba por la ventana acariciaba su torso desnudo, delineando cada músculo, cada curva, convirtiéndolo en una obra de arte esculpida por los rayos del alba. Observarlo tan cerca de mí despertaba un fuego interior que ardía con una intensidad que no tenía intención de apagarse. Sabía, en lo más profundo de mi ser, que nunca me saciaría de él.

Su cabello oscuro caía desordenadamente sobre la almohada, enmarcando su rostro angelical en un halo de misterio y seducción. Sus labios, entreabiertos en un suave susurro de sueños, invitaban a ser besados, a explorar los secretos que escondían. La curva de su cuello era tentadora, una invitación silenciosa a perderme en su aroma, en su calor, en todo lo que él representaba.

Cada detalle de su presencia me hipnotizaba, desde el ligero movimiento de su pecho al respirar hasta el suave murmullo de sus sueños. Era como si el universo entero se hubiera detenido en ese momento, como si el mundo girara solo para permitirme contemplarlo a él, a este ser que había entrado en mi vida como un huracán, arrasando con todas mis certezas y dejando a su paso una necesidad insaciable de más.

!

En ese instante, supe que nunca sería suficiente. Ningún beso, ninguna conexión física, ningún momento compartido podría calmar la vorágine de emociones que me consumía cuando estaba cerca de él. Era como si un fuego ardiente ardiera dentro de mí, alimentado por su presencia, por su proximidad, por todo lo que él representaba en mi vida. Y en lugar de temer esa realidad, me encontré anhelando más, deseando más de él, más de esa pasión desenfrenada que solo él podía despertar en mí.

Con manos temblorosas, me acerqué lentamente a su torso, deseando sentir su calor, su piel, cada fibra de su ser bajo mis dedos. Pero justo cuando estaba a punto de tocarlo, una mano poderosa envolvió mi muñeca con fuerza, deteniendo mi avance en seco.

"Pequeña, es mejor que no hagas eso", su voz resonó en la habitación, profunda y grave, enviando escalofríos por mi espalda y haciendo que mi entrepierna se empapara aún más. "Como me toques", continuó, su tono cargado de un deseo apenas contenido, "te juro que no podré controlarme. Te follaré tan duro que no podrás moverte de esta cama".

Su advertencia era como una chispa que encendía el fuego dentro de mí, avivando la llama de la pasión que ardía con una intensidad abrumadora. Mis sentidos se nublaron, mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y cada célula de mi cuerpo ansiaba su contacto, ansiaba sucumbir a la tentación que él representaba.

Me quedé inmóvil, atrapada entre el deseo y el miedo, pero en el fondo de mi ser sabía que ya no había vuelta atrás. Estábamos enredados en un juego peligroso, uno del que ninguno de los dos quería escapar. Y mientras su mirada ardiente se encontraba con la mía, supe que estaba dispuesta a dejarme consumir por el fuego de la pasión, sin importar las consecuencias.

One shoot (profesor de inglés)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora