Capítulo 02

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La Sombra de la Desesperación

Alexandra Marceline 

Tome las sábanas como pude cubriendo mi pequeño y diminuto cuerpo viendo al hombre de mi lado que se despierta, no sabía dónde me encontraba y tenía demasiado miedo, ¿Quien era este hombre?¿Como llegue aquí?, tras gritar fuertemente por mi garganta veo que el hombre abre los ojos mirándome mientras empieza a verme.

El silencio que llenaba la habitación era denso, pesado. Cada respiración parecía un eco en la vasta soledad que nos rodeaba. Darius seguía allí, inmóvil, como si no tuviera nada que decir. Su indiferencia, como siempre, era absoluta. Ni una sonrisa, ni un gesto. Solo el vacío.

Mi mente seguía luchando por encontrar respuestas, pero cada vez que trataba de recordar cómo había llegado hasta aquí, la niebla se hacía más espesa. Había algo en él, algo peligroso, que me mantenía atrapada sin poder escapar. El hecho de no recordar nada me desesperaba, pero aún así, una extraña parte de mí sentía que debía aceptarlo. Como si, de alguna manera, mi vida ya estuviera entrelazada con la suya. Aunque no lo entendiera. Aunque no quisiera.

Caminé hacia la ventana, incapaz de quedarme en un solo lugar más tiempo. El sol comenzaba a elevarse, bañando el mundo en un tono dorado que contrastaba con la oscuridad que sentía en mi pecho. Miré hacia afuera, tratando de hallar alguna respuesta en la ciudad que se extendía más allá de los cristales. ¿Cómo había llegado hasta este punto?

—¿Te molesta no recordar?  —Su voz, baja y autoritaria, me cortó en seco.

Me giré lentamente, pero no lo miré directamente. No sabía cómo enfrentar esa frialdad sin que me consumiera por completo —No sé ni que hago aquí —respondí, mi voz temblando. —Y menos aún quién eres tú.

El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez, fue él quien rompió la quietud. Se levantó lentamente de la cama, sus movimientos tan calculados, tan precisos, que parecía que cada paso estaba pensado. Su figura, tan imponente, ocupaba todo el espacio a su alrededor, pero aún así, no podía captar su verdadera esencia. Darius seguía siendo un enigma.

—Yo soy lo único que necesitas recordar —dijo, su tono tan firme que no dejaba lugar a dudas. —Y tú, Alexandra, eres mía.

El uso de mi nombre me desconcertó, como si él tuviera un conocimiento total sobre mi vida, pero yo no tuviera ni idea de la suya. Cada palabra que salía de su boca me era impuesta, como si estuviera siendo arrastrada a un destino del que no podía escapar.

—¿Por qué no lo recuerdo? —pregunté, mis ojos buscando alguna grieta en su expresión, alguna chispa de humanidad. Pero no había nada. Solo frialdad —¿Cómo es posible que esté aquí sin saber por qué?

no respondió de inmediato. Caminó hacia la mesa donde descansaba un vaso con agua, lo levantó, lo bebió lentamente, y luego se giró hacia mí. —A veces, el olvido es una bendición, Alexandra. El pasado es solo eso... pasado. Lo que importa es lo que haces ahora.

—Y tú, ¿qué quieres de mí? —La pregunta salió casi sin pensarlo, pero necesitaba saber. ¿Qué quería él de mí? Sabía que mi vida estaba en sus manos, pero no entendía las reglas del juego en el que me había metido.

—Lo que quiero no es tan sencillo de explicar —dijo Darius, su mirada fija en mí —Pero puedo asegurarte que no vas a escapar. Ni ahora, ni nunca.

Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente. Sentí una presión en el aire, un peso invisible que me empujaba a acercarme a él. No quería, pero algo en su mirada, algo en su tono, me arrastraba hacia él. Como si estuviera atrapada en una telaraña invisible que solo él podía tejer.

Deseo Perverso [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora