Llegada

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flotaba en la oscuridad, su figura imponente ahora inerte y serena. El tumulto de la batalla había llegado a su fin, yace en un estado de calma que nunca había conocido en vida. No había dolor, solo una sensación de tranquilidad que envolvía su ser.

El demonio miraba a su alrededor, observando el vacío que lo rodeaba. No había tierra bajo sus pies ni cielo sobre su cabeza, solo la nada infinita. Aunque su existencia había llegado a su fin, no sentía temor ni arrepentimiento. En cambio, una extraña sensación de paz llenaba su corazón.

Recordaba la decisión que había tomado durante la batalla. Detener su propia regeneración para permitir que su alma se desvaneciera junto con su cuerpo. No lo había hecho por debilidad, sino como un último acto de redención. Había luchado con toda su fuerza para proteger el recuerdo de su amada esposa y su maestro, y ahora, finalmente, podían descansar en paz.

El rostro de Akaza se relajó, las tensiones de la vida desaparecieron. Sus pensamientos se volvieron hacia los momentos felices que había compartido con su esposa y maestro, recordando sus sonrisas y su amor. Por primera vez en mucho tiempo, Akaza sintió algo que se asemejaba a la felicidad.

Mientras flotaba en la inmensidad del vacío, Akaza cerró los ojos lentamente.

¿Dónde estaba ahora? Esta no era la experiencia post-mortem que había anticipado. No era el infierno ardiente que había imaginado, ni tampoco el cielo donde esperaba reunirse con su amada y su maestro. Pero tampoco era simplemente la oscuridad. Era algo más.

Se sentía solo en esta vasta nada, una soledad que no había experimentado incluso en sus momentos más solitarios en vida. La sensación de estar separado de todo lo que conocía, de todos aquellos a quienes había conocido, le pesaba el alma de una manera que no podía entender completamente.

El demonio reflexionaba sobre su vida pasada, sobre las elecciones que había hecho y las acciones que había llevado a cabo. Había sido un guerrero valiente, pero también había cometido innumerables atrocidades en su búsqueda de poder y supervivencia. ¿Era esta soledad el castigo por sus pecados, o simplemente el resultado inevitable de sus acciones?

A pesar de todo, Akaza se aferraba a la esperanza de que este no fuera su destino final. Quizás aún había un propósito para él en este lugar desconocido, una oportunidad para redimirse de alguna manera. O tal vez, solo tal vez, encontraría la paz que tanto había anhelado en vida.

Con un suspiro, Akaza decidió solo esperar.

Y en un instante, la realidad misma se deformo y Akaza fue transportado a otro lugar.

Akaza parpadeó desconcertado mientras sus ojos se adaptaban a la nueva luz lunar que filtraba entre las hojas del espeso bosque que lo rodeaba. Se encontraba de pie en medio de un paisaje completamente diferente al vacío en el que había estado flotando. El suelo bajo sus pies era sólido y real, la brisa jugueteaba con las hojas de los árboles y el canto de los insectos llenaba el aire.

Incrédulo, Akaza se examinó a sí mismo, pasando las manos por su cuerpo en busca de cualquier señal de heridas o debilidad. Sin embargo, no encontró nada más que integridad. 

¿Acaso su cuerpo se había regenerado y había vuelto a la vida sin que él lo supiera? No tenía sentido. Después de su feroz enfrentamiento con Tanjiro y Tomioka, su cuerpo había sido reducido a polvo. No había nada de qué regenerarse, no negaría de que tuvo de las mas poderosas de todas pero era simplemente imposible.

Una sensación de desconcierto lo invadió mientras intentaba comprender lo que estaba sucediendo. ¿Estaba acaso en  otro lugar entre la vida y la muerte, atrapado en algún tipo de limbo? Esperaba que fuera eso, no le gustaba la idea de estar vivo otra vez, ya que significaría tener que buscar a alguien que lo derrote de nuevo para volver a morir.

Héroes y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora