Capitulo 2: Primer Contacto

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Una ligera sensación de hambre comenzó a apretar el estómago de Akaza mientras caminaba por las abarrotadas calles de la ciudad. Instintivamente, su mente demoníaca anhelaba el sabor de la carne humana, la tentación de agarrar al humano más cercano y saciar su hambre era casi abrumadora. Sin embargo, algo lo detenía.

A pesar de su naturaleza demoníaca, Akaza no podía ignorar los recuerdos que habían resurgido en su mente. Recordaba su humanidad, los lazos que había formado, los momentos de felicidad y amor compartidos con su amada Hakuji y su maestro Keizo. Estos recuerdos le recordaban su propia humanidad, su capacidad de amar y ser amado, y lo conectaban con una empatía que había permanecido latente dentro de él durante demasiado tiempo.

La lucha interna se reflejaba en su rostro mientras caminaba, resistiendo el impulso primordial de satisfacer su hambre a expensas de la vida de otro ser humano. Aunque la tentación era fuerte, la conciencia de sus acciones pasadas y la conexión con su humanidad le impedían seguir adelante con sus instintos más oscuros.

"Al menos aun puedo digerir alimentos humanos, debería bastar por el momento".


Se movió con una velocidad sobrenatural hacia el puesto callejero cercano, su hambre ahora insaciable clamaba por una solución inmediata. Sin vacilar, agarró varias brochetas de carne con destreza y rapidez, su movimiento tan fluido que ni siquiera fue perceptible para los transeúntes desprevenidos.

Con las brochetas de carne en mano, Akaza se apartó rápidamente del puesto, sus sentidos enfocados en su objetivo: saciar el hambre que le retorcía las entrañas. Sabía que comer carne no humana rara vez satisfacía verdaderamente el apetito de un demonio, pero en ese momento no le importaba. Era esto o enfrentarse a la perspectiva de perder el  control, y Akaza estaba decidido a evitar ese destino a toda costa.

Mientras devoraba vorazmente la carne, Akaza recordaba su propia historia, los tiempos difíciles de su infancia cuando había tenido que recurrir al robo para conseguir dinero para la medicina de su padre enfermo. En comparación con esos tiempos desesperados, el acto de robar algunas brochetas de carne de un puesto callejero parecía casi trivial.

Los destellos de su pasado le recorrieron la espalda, de cuando era un joven ladrón buscando alimentar y curar a su moribundo padre, tanto paso desde aquello y al final termino de la misma manera, solo y robando comida.

A pesar de la incomodidad de sus acciones, Akaza se sintió aliviado al sentir cómo su hambre comenzaba a disiparse lentamente. Aunque seguía pesando en su conciencia, sabía que había hecho lo que era necesario para sobrevivir en un mundo que aún estaba aprendiendo a comprender.

Con el estómago ligeramente satisfecho, Akaza se permitió un momento de calma, respirando profundamente mientras reflexionaba sobre las decisiones que había tomado. Aunque había robado para sobrevivir, no había perdido su humanidad en el proceso. Ahora, con el hambre saciada por el momento, estaba listo para enfrentar los desafíos que le aguardaban en este nuevo mundo, decidido a encontrar su lugar en él, sin importar el costo.

El viento hacia ondear sus cabellos rosas, las luces de las inmensas torres de concreto y vidrio brillaban tanto que le hizo preguntarse si afectaban a las aves, debía ser confuso para ellas.

Quizá parecía distraído, pero una Luna Superior jamas bajaba la guardia, por eso sintió cuando El hombre de aspecto desaliñado con ropa negra y una extraña bufanda blanca hecha de vendas aterrizó en el techo a la distancia, interrumpiendo su momento de tranquilidad. Sin embargo, el demonio ni siquiera se molestó en girarse para mirar al humano que le hablaba.

 Sabía instintivamente que no representaba una amenaza real.

El hombre, sin embargo, persistió en su intento de comunicarse con Akaza. "Oye chico, te vi robar el local a unas calles de aquí", comenzó, su tono de voz tranquilo pero firme. "Te dejaré ir con una advertencia si regresas y pagas lo que te llevaste."

Akaza apenas reaccionó ante la advertencia del hombre. Su desdén hacia los humanos en general era evidente en su respuesta: "Piérdete, humano", dijo con frialdad, sin siquiera dignar al hombre con una mirada.

El hombre alzó una ceja ante el apodo, pero no retrocedió. "Mira, mocoso, no me hagas las cosas difíciles", continuó, su voz ahora llevando un toque de irritación. "Acabo de detener a tres villanos y estoy cansado".

Las palabras del hombre no hicieron mella en Akaza, cuya determinación para ignorarlo permanecía intacta. "Dije que te pierdas", repitió con firmeza, su tono de voz dejando en claro que no tenía intención de ceder ante las demandas del hombre.


Héroes y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora