Capítulo 3: Honestidad.

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Al día siguiente, Valeria despertó muy temprano para revisar los mensajes de Obed. Al entrar al perfil, se llevó una grata sorpresa al ver que tenía cinco mensajes en espera de respuesta. En cada mensaje, él le deseaba un excelente día y le recordaba lo mucho que le gustaba platicar con ella. La conexión entre los dos parecía crecer cada vez más. Sin quererlo, Valeria se estaba olvidando del principal objetivo del perfil: descubrir si Rafael era infiel. No es que fuera intencional, pero realmente se encontraba encantada con Obed y sus conversaciones. 

Obed 7:58 

He visto que te gustan los gatos. Yo tengo dos: uno se llama Pepito y el otro se llama Bola de Pelos. 

Sofía 7:59

Son los nombres más hermosos que he escuchado, y no es sarcasmo. También tengo una gatita de un año que se llama...

Obed 7:59 

¿Cómo se llama?

Sofía 8:10

Se llama Obeja. Es una gatita blanca, y lo más curioso de ella es que tiene los ojos de color azul. 

Obed 8:11

¿En serio? Muero por verla.

Sofía 8:12

Espero que algún día te la pueda presentar en vivo. 

Obed 8:12

¿Puedes enviarme una foto? Quiero verla. 

Valeria entró en shock en este punto de la conversación; no sabía qué hacer. Se había inventado una mascota inexistente y ahora tenía que encontrar una gata blanca con ojos azules. Navegó por todo internet y encontró prospectos perfectos, pero las fotos se veían super profesionales; claramente no serían creíbles. Pasó mucho tiempo pegada al teléfono buscando alguna foto hasta que se percató de que el reloj marcaba las ocho y media de la mañana.  La hora del trabajo se acercaba, y aún se encontraba recostada en su cama con la pijama puesta y el cabello desarreglado. 

—¡Maldición! Solo tengo media hora para arreglarme —gritó desesperada.

Tan rápido como pudo, hizo toda su rutina mañanera y salió corriendo. Sin darse cuenta, no le había respondido a Obed y dejó la conversación a medias.

Al llegar a la heladería, se sintió más tranquila y retomó la búsqueda de aquella gata. Valeria estaba de suerte, ya que las ventas de helado eran bajas y, por lo tanto, no tendría tantas interrupciones a lo largo del día. Decidió cambiar de motor de búsqueda y ahora se movilizó a las redes sociales; debía encontrar alguna persona que tuviera una gata con las mismas características. Después de navegar en los hashtags por varios minutos, entró al perfil de una señora argentina. De milagro, tenía una foto publicada en su muro de una gata con el pelaje esponjoso y lo más importante, se observaban esos perfectos ojos azules.
No dudó en enviar la foto a Obed, sin antes disculparse por no responder después de varias horas.

Valeria se encontraba tranquila, sentada sobre un banco, esperando a que aquel chico le respondiera el mensaje. De repente, a lo lejos, logró reconocer una silueta familiar que se acercaba al negocio. Era Romina, quien irradiaba felicidad al caminar.

—¿Qué haces aquí? —gritó Valeria.

—Vine por un helado.

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