Esperanzas renovadoras

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El sol se estaba escondiendo lentamente en el horizonte, y Martin sintió el peso del final del verano sobre sus hombros. Hundió las manos en la arena buscando echar raíces en aquella playa, en aquel momento, para siempre. Allí, en la que había sido su casa, su refugio durante toda la vida todo parecía simple, fácil. Sin embargo, sabía que la vida no lo era y que era momento de enfrentarse a sus miedos. Mientras observaba como los colores transitaban por el cielo, que sus días en aquella playa y en Getxo, se iban a terminar y con ellos su infancia.

Había pasado el verano aprovechando al máximo aquellos paisajes tan idílicos que habían formado siempre parte de su vida. El aire salado del mar, el sonido de las olas rompiendo en la orilla, y la calidez del sol sobre su piel le recordaban a casa. Cada puesta de sol era un cuadro que deseaba guardar en su memoria. Era un momento de reflexión, un último adiós al verano y a una vida de ensueño que se desvanecía en detrimento de una nueva.

"¿Y ahora qué pasará?"

Aquella pregunta lo había arrollado desde principios de verano y sin embargo, se había centrado en exprimir el tiempo en Getxo. Pero ya no podía evitar buscar una respuesta, cada ola que rompía en la orilla era un recordatorio constante de que el tiempo avanzaba, las mareas cambiaban y su futuro seguía siendo incierto. Y pese a ello, ese sonido era de los pocos que conseguía calmar el acelerado latido de su corazón.

"Madrid", pensó Martin, mientras sus pies descalzos se hundían en la arena. "Todo cambiará allí".

Martin acababa de graduarse en el Bachillerato de Artes Escénicas y solo tenía una cosa clara y era que el arte y, especialmente el baile, eran las dos únicas constantes de su vida. Al terminar el instituto había sentido que Bilbao se quedaba pequeño para los planes que comenzaron a formarse en su mente. Amaba su tierra, su gente, sus paisajes. Allí estaba su mundo conocido en aquellos dieciocho años de vida. Sin embargo, creía que había llegado el momento de labrarse un futuro lejos de allí, un futuro quizás no tan convencional como el que habían soñado sus padres por él.

Deseaba seguir formándose hasta conseguir hacerse un hueco en alguna de las compañías de danza del país y poder dedicar su vida a lo que más le apasionaba. Durante todo el verano había ido allanando el camino con sus padres, dejando caer ciertos temas de forma "casual", aunque aún no había reunido el valor necesario para contarles sus verdaderos planes. A lo lejos vio un destello que iluminó toda la playa. Aquello era una señal, no había vuelta atrás, el momento había llegado y la decisión ya estaba tomada. Ese mismo día hablaría con ellos. Como cada vez que presenciaba una tormenta, contó los segundos hasta que escuchó el trueno, veintitrés, aún estaba lejos, pero decidió volverse a casa antes de la tormenta lo alcanzase, mientras se preparaba mentalmente para lo que le esperaba.

Martin llegó a casa empapado, al final no había sido lo suficientemente rápido. Saludó a sus padres que se encontraban sentados en el sofá mientras veían la televisión y se dirigió a su cuarto para ponerse ropa seca a toda prisa. Admiró de nuevo aquel lugar seguro en el que se había pasado su vida. Las fotos con sus amigos, los juegos de Pokémon a los que le había echado ingentes cantidades de horas, sus primeros zapatos de ballet... Allí, bajo de toneladas de polvo, sobre una de las estanterías, se encontraba su último libro de matemáticas. Lo miró de reojo y sintió una mezcla de alivio y miedo.

"Nunca más. Nunca más esos números, esas fórmulas que no me dicen nada. Solo quiero bailar".

El nudo en su estómago se apretaba con fuerza, pero sabía que no podía esperar más. Si no hablaba ahora, perdería el valor.

—Ama, Aita... —empezó Martin nada más entrar al salón. Reclamó la atención de sus padres con voz firme, aunque se quebró un poco al pronunciar las palabras.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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Lo que no ves de mí - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora