Famoso, ¿tú?

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Martin abrió los ojos desconcertado, sintiendo cómo el mareo lo invadía de inmediato. La luz del cuarto era suave, pero cada rayo que entraba por la ventana lo golpeaba como si fuera un mazazo en la cabeza. Su boca estaba seca, y su lengua sentía el sabor amargo de la resaca. Todo su cuerpo pesaba, como si hubiera sido aplastado por una noche de excesos.

"Joder, ¿dónde estoy? ¿Por qué la almohada está tan dura?", pensó mientras el miedo comenzaba a instalarse en su pecho. Parpadeó un par de veces hasta que su vista se aclaró y pudo observar con detenimiento la habitación. Definitivamente no era la suya y podía estar seguro de que era la primera vez que se encontraba en ese espacio.

El eco de los vasos chocando resonaba en el parque mientras las primeras gotas de alcohol comenzaban a caer en sus venas. Martin miraba a su alrededor, intentando disfrutar del momento, pero no podía evitar sentir una ligera opresión en el pecho. Esta noche sería distinta. Lo sabía, aunque no estaba seguro de si era algo bueno o malo.

Arrate le tendió una copa y sonrió, aunque en sus ojos había una ligera preocupación.

—Martin, no estoy muy segura de querer ir a la discoteca —dijo, mordiéndose el labio—. Nunca he ido a una, y me da miedo agobiarme. No sé si esto es lo mío.

Martin se detuvo a mirarla, compartiendo en silencio esa sensación de nerviosismo. Él también se sentía incómodo, pero se obligó a sonreír.

—Si te agobias, me lo dices y nos vamos. No te preocupes, Arrate. También estoy nervioso, pero sabes que a Regina le hacía mucha ilusión que todos fuéramos juntos cuando cumpliéramos los dieciocho. Vamos a intentarlo por ella.

Arrate asintió, aunque no muy convencida. Ambos se unieron al grupo, que ya se reía y hablaba animadamente mientras se pasaban las botellas de mano en mano. Pero en el fondo, Martin sentía una extraña opresión en el pecho, una inquietud que no lograba sacudirse.

Se giró lentamente, y su corazón dio un vuelco al ver que no estaba solo en la cama. Un chico, con el torso desnudo, descansaba tranquilamente a su lado. Parpadeó un par de veces, intentando recordar algo, lo que fuera, pero su cabeza era un vacío, solo había incógnitas y un profundo dolor de cabeza.

Petrificado como estaba, mantuvo la vista fija en aquel desconocido. Parecía dormir, su pecho se elevaba de forma pausada al ritmo de sus respiraciones. No podía recordar el color de sus ojos pero se quedó hipnotizado ante sus largas pestañas. O quizás fue el cabello castaño aplastado sobre la frente, o las mejillas ligeramente coloradas a causa del calor, o más bien sus labios ligeramente entreabiertos. No pudo determinar con exactitud si fue algo en específico o el conjunto de todos aquellos rasgos lo que provocó que aquello le resultase una imagen demasiado tierna como para apartar la vista sin más.

"Ay dios"

El tiempo parecía haberse acelerado gracias a las risas y tragos. Antes de que se dieran cuenta, el móvil de Regina sonó, indicando que quedaba media hora para entrar en la discoteca si querían conseguir la consumición gratis.

—Venga, terminad los cubatas. ¡Nos vamos ya! —gritó Regina emocionada.

Martin le dio un trago largo al suyo, mientras Arrate seguía nerviosa a su lado. El camino a la discoteca fue rápido, lleno de risas y expectativas. El alcohol hacía que todos se sintieran más ligeros, más seguros, incluso Martin, aunque su inquietud inicial seguía instalada en el fondo de su mente.

—¿Seguro que todo va a ir bien? —preguntó Arrate mientras caminaban.

—Claro, estamos juntos, no hay de qué preocuparse —respondió Martin, aunque en su interior no estaba tan convencido.

Lo que no ves de mí - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora