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Claudia y yo fuímos delegadas, nos caíamos bien, trabajabamos juntas y pláticabamos...
Viví tantas cosas con ella que les puedo asegurar que sentí un flechazo en muy poco tiempo y conforme pasaba éste, sentía confución.
Confución porque durante las noches de insomnio no podía dejar de pensar en ella, en nosotras.
Cerraba los ojos y lo primero que pasaba por mi mente era ella, claro, éramos amigas, pero yo no empezaba a verla solo de esa manera, entonces me cuestioné a mí misma. No podía evitar pensar en ella, en ella y en ella. Su pelo, sus ojos tan brillantes, sus labios, su forma de vestír, su forma de ser, su forma de decir las cosas, su inteligencia, simplemente su todo. Me sentía ridícula pensando en eso, pero me lo permití, después de todo nadie me estaba escuchando.
Me preguntaba si ella sentía lo mismo...
Salíamos a comer juntas para hablar de ciertos temas de importancia, ella siempre estaba concentrada, siempre fué amable y símpatica, tan dedicada e inteligente. Rasgos que me causaban mariposas en el estómago por el simple hecho de cómo era. Trataba de concentrarme, pero me perdía en el bosque de su mirada. Era imposible concentrarme con semejante diosa frente a mí.
