2

17 2 0
                                    

Dejó la revista a un lado; no le interesaba ahora indignarse con un mundo que ignoraba por completo la existencia de los eslovenos; la honra de su nación no le merecía ya respeto. Era hora de tener orgullo de sí misma, de saber de qué era capaz: al fin había tenido coraje. Estaba dejando la vida: ¡qué alegría! Y lo estaba haciendo de la manera que siempre lo había soñado: mediante pastillas, que no dejan marcas.

Veronika venía buscando pastillas desde hacía seis meses.
Pensando que nunca las iba a conseguir, llegó a considerar la posibilidad de cortarse las venas. Aún sabiendo que terminaría llenando la habitación de sangre y dejando a las monjas confundidas y preocupadas, un suicido exige que las personas piensen primero en sí mismas y luego en los demás. Estaba dispuesta a hacer todo lo posible para que su muerte no causase mucho transtorno, pero si cortarse las venas era la única posibilidad, entonces ni modo; y que las monjas limpiaran el cuarto ya se olvidaran luego de la historia, pues de lo contrario tendrían dificultades en rentarlo de nuevo. Al fin de cuentas, incluso a finales del siglo XX la gente seguía creyendo en fantasmas.

Es claro que también podía arrojarse de alguno de los pocos edificios altos de Ljubljana, pero ¿y el sufrimiento extra que tal actitud causaría, al cabo, a sus padres? Además el disgusto de enterarse de que su hija había muerto, encima estarían obligados a identificar un cuerpo desfigurado: no, ésta era la solución pero que desangrarse hasta morir, pues dejaría marcas indelebles en dos personas que sólo querían su bien.
« Terminarían acostumbrándose a qué su hija había muerto: pero un cráneo aplastado ha de ser imposible de olvidar.»

Disparos, caídas de un edificio, ahorcamiento, nada de esto cuadraba con su naturaleza femenina. Las mujeres, cuando se matan, escogen medios mucho más románticos, como cortarse las venas o tomar una dosis excesiva de comprimidos para dormir. Las princesas abandonadas y las actrices de Hollywood han dado varios ejemplos a este respecto.

Veronika sabía que la vida era una cuestión de esperar siempre la hora justa para actuar. Y así fue: dos amigos suyos, sensibilizados por sus quejas de que no lograba dormir, consiguieron -cada uno- dos cajas de una droga poderosa que utilizaban los músicos de un cabaret local. Veronika dejó las cuatro cajas sobre la mesita de noche durante una semana, enamorando a la muerte que se aproximaba y despidiéndose, sin sentimentalismo alguno de aquellos que llamaban Vida.

Ahora estaba allí, contenta de haber ido hasta el final y fastidiada porque no sabía qué hacer con el poco tiempo que le restaba.
Volvió a pensar en al absurdo que acababa de leer: ¿cómo es que un artículo sobre computación puede comenzar con una frase tan idiota: «¿Dónde está Eslovenia?».

Cómo no encontró nada más interesante en que ocuparse, resolvió leer el artículo hasta el final... y descubrió que el tal juego había sido producido en Eslovenia -ese extraño país que nadie parecía saber donde se encontraba, salvo quienes allí vivían-, debido a que la mano de obra era más barata. Algunos meses antes, al lanzar el producto, la fábrica francesa dió una fiesta para periodistas de todo el mundo en un castillo de Bled.

Veronika recordó haber escuchado algo respecto de la fiesta, que fue un acontecimiento especial en la ciudad, no sólo por el hecho de que el castillo fue redecorado para aproximarse al maximo ambiente medieval de tal CD-ROM, sino también por la polémica que siguió en la prensa local: había periodistas alemanes, franceses, ingleses, italianos, españoles, pero ningún esloveno había sido invitado.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 13 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Veronika decide morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora