Señora Presidenta

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1 de Diciembre 2024.

Claudia Sheinbaum había resultado ganadora de las elecciones presidenciales, y aquel día se prestaba a asumir el cargo; llego tempranito en su Aveo todo pitero, vestida con su traje azul marino que le daba ese porte poderoso y elegante, a su paso dejaba oliendo a puro Chanel. Todos los trabajadores, soldados y de más gatetes que ahí trabajaban la miraban embobados, la presencia de la Presidenta no pasaba desapercibida.

Al llegar a la oficina presidencial se sentó cómodamente y subió las patas al escritorio, mientras tanto se preguntaba "¿Qué carajos se supone que hace uno aquí?" "¿Dónde están mis asistentes?". Entonces sus preguntas se interrumpieron por un pensamiento un tanto siniestro, recordó que tenía una asistente personal.

—¡Xóchitl! —llamó Claudia.

La puerta de la oficina se abrió poco a poco, y Xóchitl se asomó recelosamente.

—Me ha llamado, señora presidenta.

—Entra ya —ordenó Claudia no del mejor humor. —Rápido.

Xóchitl entró con la cabeza agachada, después de perder las elecciones presidenciales era incapaz de volver a mirar a Claudia a la cara, y menos por sentirse en deuda después de haberle dado aquel empleo como asistente suya, pues de otro modo, hubiera tenido que volver a vender gelatinas para vivir.

—¿En que le puedo servir? —Preguntó Xóchitl sumisamente.

—Prepárame el café —pidió Claudia con tono imperativo.

Xóchitl se acercó hasta el mueble donde reposaba la cafetera, la encendió e hizo lo necesario para que el café caliente comenzara a salir y cayera justo dentro de la taza con estampado de Chayanne encuerado que había pertenecido a los presidentes anteriores desde Fox, Felipe Calderón, Peña Nieto, AMLO y ahora pasaba a ser de Claudia. Cuando Claudia se distrajo un poco, Xóchitl escupió en el café y acto seguido se lo entregó a la presidenta.

—Ya puedes irte —dijo Claudia después del primer sorbo de café.

Xóchitl se iba retirando cuando unas palabras de Claudia la hicieron petrificarse ahí mismo

—Tu saliva aún tiene el mismo sabor —soltó Claudia. —Ese sabor a muela picada me trae recuerdos de cuando tú y yo... fuimos... pues... ya sabes.

—Éramos muy jóvenes, Claudia, ya olvídate de eso.

—Xóchitl, estos tiempos de campaña me hicieron reflexionar, ya sabes, sobre lo nuestro...

—Claudia, no sigas —pidió Xóchitl.

Xóchitl salió de la oficina y corrió por los pasillos hasta llegar al baño, ahí pudo tranquilizarse, su corazón estaba acelerado mientras recordaba lo que acababa de pasar en la oficina de Claudia. Le vinieron flashbacks de los momentos felices y prohibidos que vivió con ella hace años, y que por el bien de ambas y su imagen pública, tuvieron que ocultar.

Por su parte, Claudia se recriminó el haber sido tan directa, no debió decirle a Xóchitl que aún recordaba con añoranza lo que pasó hace tanto tiempo entre ellas; y más cuando fue ella quien dio el primer paso para mandar al carajo lo que tuvieron.

Claudia dejó escapar un largo suspiro, volvió a sus deberes, aunque en todo el día no pudo sacarse de la mente su pasado con Xóchitl. Trabajar a su lado sólo complicaba todo, durante el día hubo entre ellas miradas disimuladas, suspiros y roces que habían avivado su amor.

El secreto de Palacio Nacional.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora