Propuesta

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La mañana fría contrastó con el café caliente que reposaba sobre el escritorio de Claudia recién entró a su oficina. Al parece Xóchitl había reconsiderado su idea de renunciar y había vuelto a su puesto. Cabe decir que aquel fue el mejor café que Claudia tomó en su vida, cargado, humeante y en el termo con publicidad de Xóchitl Gálvez.

—Buen día —se escuchó desde el marco de la puerta.

Xóchitl entró y sin preámbulos besó a Claudia con vehemencia. Ambas compartían aquel momento de intimidad cuando de imprevisto llegó Jesús, el marido de Claudia, que inevitablemente las descubrió.

—¡Jesús! ¿Qué haces aquí?

Jesús no respondió, estaba tan sorprendido que no podía siquiera hablar. Sintiéndose traicionado se marchó, ni siquiera quiso escuchar a Claudia ni recibir explicaciones, él había visto todo.

Xóchitl estaba preocupada, pero Claudia parecía más serena.

—De cualquier forma hoy pensaba confesarle lo nuestro, admito que dio penar que lo haya descubierto de esta forma.

—¿Claudia? ¿Tú...?

—Si, Xóchitl, pienso dejar a mi marido por ti.

—Pero, él te ama.

—Me ama, pero sabe que nunca lo podré amar igual, porque el amor de mi vida siempre has sido tú.

—No, Claudia, no lo hagas... Lo nuestro es sólo una fantasía.

Claudia tomó ambas manos de Xóchitl y mirándola a los ojos y con toda la sinceridad que contenían sus sentimientos le hizo una propuesta.

—Cásate conmigo, Xóchitl.

—Pero...

—Sin peros, vamos a dejarlo todo...

Xóchitl tenía dudas, pero su amor era más fuerte:

—Acepto —afirmó Xóchitl.

Claudia volvió a besar a Xóchitl, los besos fueron aumentando la intensidad y no podían parar.

—Claudia, tómame —jadeó Xóchitl.

—¿Aquí?

—Si.

Claudia quería hacérselo de forma lenta y prolongada. Pero Xóchitl tenía otros gustos más atrevidos.

—Ahora toca hacerlo a mi modo —afirmó Xóchitl. —Sométeme, estrangúlame, trátame duro, esa es mi manera.

A Claudia le tentó esa idea y estaba para complacer los caprichos de su sumisa. Se sacó el cinturón y con este le ató por la espalda las manos a Xóchitl que respiraba agitadamente.

—Jugaremos a castigar a la senadora corrupta... —aseveró Claudia traviesamente.

—Si, si, si —gimió Xóchitl.

Claudia tomó bruscamente a Xóchitl y la recargó contra el escritorio.

—Vamos a repasar los cargos que se le han imputado, Senadora Xóchitl Gálvez —dijo Claudia con voz firme.

«Malversación de fondos públicos» murmuró Claudia levantándole la falda a Xóchitl, «Evasión de impuestos» mencionó mientras le dejaba caer fuertemente su mano en el trasero, «Paraísos fiscales» dijo Claudia volviendo a pegarle ahora con más fuerza y arrancándole un grito ahogado. «Nexos con el crimen organizado» susurró Claudia cerca del oído de Xóchitl mientras le daba otra tunda de nalgadas.

—¿Cómo se declara la acusada? —preguntó Claudia.

—Culpable.

—Su castigo será pedir perdón de rodillas al pueblo, y yo represento al pueblo.

Claudia con poca delicadeza tomó del brazo a Xóchitl y la hizo ponerse de rodillas. Estando su asistente en esta posición, la presidenta se inclinó para agarrarla fuerte del cabello y hacerla echar la cabeza hacia atrás, le dio un beso muy mojado jugueteando su lengua con la de ella y después del beso le escupió dentro de la boca.

—Mmmm —saboreaba Xóchitl la tibia saliva de Claudia, y más a sabiendas de como usaría esta misma cuando vio a Claudia bajarse el zíper.

—Anda, cométela —ordenó Claudia.

Xóchitl comenzó lamiendo despacio donde Claudia la guiaba sujetándola de la nuca fuertemente. Mientras lamía levantó la mirada para ver como Claudia lo estaba disfrutando.

—Sus delitos son graves, pero le daré un poco de amnistía —susurró Claudia haciendo que Xóchitl se levantara y volviera a recargarse contra el escritorio.

Claudia comenzó a frotarse lento contra el culo de Xóchitl mientras la acariciaba traviesamente, deslizando su mano por su cuerpo hasta llegar a su intimidad, estimuló su zona más erógena hasta que sus gemidos pedían más y más, entonces le introdujo los dedos con gentileza, después más fuerte, más y más hasta que la hizo terminar. Habiendo satisfecho a su compañera, ahora Claudia se dio tiempo para su propio placer, y a su ritmo fue frotándose contra aquel grande y suculento trasero de Xóchitl hasta llegar al clímax.

—Ha cumplido su sentencia, Senadora —gimió Claudia en el oído de Xóchitl desatándole las manos.

Después de compartir aquel momento íntimo, ambas guardaron la compostura. Ahora inevitablemente ambas debían volver al trabajo.

—Nos vemos más tarde —Fue todo lo que dijo Xóchitl antes de irse.

Claudia se quedó reflexionando lo sucedido, no sólo con Xóchitl, sino con su marido, pensaba también la forma en que le pediría el divorcio sin lastimarlo.

Jesús se había vuelto loco de celos y de coraje, sin pensar en las consecuencias fue a buscar a Rubén para contarle lo que había visto suceder entre sus esposas.

Rubén lo recibió en su despacho y después de recibir aquella noticia no estaba sorprendido.

—Jesús, vamos a tomarnos con calma esto —dijo Rubén. —Hay cosas que deberías saber.

Aunque reacio, Jesús tuvo que aceptar escuchar a Rubén.

—Claudia y Xóchitl estuvieron enamoradas desde hace mucho tiempo, no es una novedad que al reencontrarse durante el proceso electoral su amor haya vuelto a surgir.

—¿Nos han engañado y tú muy tranquilo me dices eso?

—Es que yo si estoy consciente de que Xóchitl nunca me ha amado, que sólo fui un intento fallido para ella de borrar a Claudia de su vida.

—Me niego a aceptar que Claudia esté con Xóchitl.

—Si en verdad las amamos, deberíamos dejarlas que sean felices... —remató diciendo Rubén mientras guiaba a Jesús a la salida de su despacho.

De camino afuera, Jesús reflexionó lo hablado con Rubén y aunque le doliera aceptarlo, Claudia sólo amaba a Xóchitl, y debía aceptarlo por el bien de todos. Firmaría el divorcio sin problemas.

El secreto de Palacio Nacional.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora