Eduardo
El cielo lloraba conmigo esa tarde, sus lágrimas se mezclaban con las mías mientras la lluvia caía sin piedad sobre el patio que nos separaba. Bera y yo nos encontramos en medio de una tormenta tanto literal como emocional, después de una pelea que dejó heridas profundas en nuestros corazones.
Mis pensamientos eran un caos mientras observaba las gotas golpear el suelo mojado. Estaba atrapado en un oscuro laberinto de deudas y peligros, incapaz de ver una salida clara. Sentía el peso de mis errores aplastándome, haciéndome dudar de todo lo que creía saber.
-¿Por qué no puedes entenderlo, Bera? -mis palabras salieron más duras de lo que pretendía. -Estoy atrapado en un infierno del que no puedo escapar. No puedo permitirme arrastrarte conmigo.
Ella me miró con ojos llenos de dolor, su cabello empapado pegado a su rostro.
-Ed, sé que las cosas están difíciles, pero no tienes que cargar con todo el peso solo. Estoy aquí para ti, pase lo que pase.
Quería apartarla, quería protegerla de todo lo que estaba enfrentando, pero algo en la sinceridad de sus palabras me detuvo. Por un momento, me permití bajar la guardia y dejar que ella se acercara.
-Bera, no sabes en qué te estás metiendo-, mi voz temblaba con la angustia que me consumía. -No puedo permitirme arrastrarte a mi mundo. Es demasiado peligroso.
Ella tomó mis manos entre las suyas, sus dedos fríos contra mi piel caliente.
-Eduardo, entiendo los riesgos. Pero eso no cambia lo que siento por ti. Estoy dispuesta a enfrentar cualquier desafío a tu lado, porque te amo.
Me aparté bruscamente, liberando mis manos de las suyas.
-No me amas, Bera. No sabes nada de mí, ni de lo que he hecho. No te acerques más, es peligroso.
Mis palabras cortaron el aire como cuchillas afiladas, pero Bera se mantuvo firme bajo la tormenta.
-Te conozco lo suficiente como para saber que estás sufriendo, Eduardo. Y estoy aquí para ayudarte, pase lo que pase.
Entonces, en medio del aguacero, Bera dio un paso hacia mí, su mirada decidida.
-Escapemos juntos, Eduardo. Deja todo esto atrás. Podemos empezar de nuevo en algún lugar lejos de aquí.
El corazón me latía con fuerza en el pecho mientras luchaba contra la tormenta que rugía dentro de mí. ¿Podría permitirme creer en la posibilidad de una vida diferente, una vida lejos de la oscuridad que me había consumido durante tanto tiempo?
Pero justo cuando comenzaba a considerar la propuesta de Bera, un sonido estruendoso rompió el aire. Miré hacia arriba para ver luces parpadeantes acercándose por el callejón contiguo al patio. Mis instintos gritaban peligro, y supe que no podía permitir que Bera se involucrara más en mi caos.
Las lágrimas amenazaron con emerger en mis ojos, pero las reprimí con furia. No podía permitirme ser débil, no podía permitirme ser amado. Con un gesto brusco, me aparté de Bera y me adentré en la lluvia, dejándola sola con sus pensamientos y el eco de mis palabras cortantes.
Entre deudas impagables y dilemas morales, estoy atrapado en un torbellino de emociones encontradas. El amor y el deber chocan en mi interior, dejando un rastro de incertidumbre a mi paso. ¿Podré encontrar una salida antes de que sea demasiado tarde? Solo el tiempo lo dirá, mientras el peso de mis decisiones se vuelve cada vez más abrumador en esta oscura noche de tormenta.
Bera
El sol comenzaba a salir en el horizonte cuando salí de mi casa al día siguiente. La discusión con Eduardo aún resonaba en mi cabeza, hiriendo mi orgullo y llenándome de una mezcla de emociones confusas.
Caminaba por las tranquilas calles del vecindario, tratando de aclarar mis pensamientos mientras el viento soplaba suavemente a mi alrededor. La tensión entre nosotros aún estaba presente, y la presencia inesperada de Dorotheo había agregado otro nivel de complejidad a la situación.
Justo cuando pasaba frente a la casa de Eduardo, lo vi salir por la puerta principal. Mi corazón dio un vuelco al verlo. Aunque eramos vecinos y lo veía en la escuela, imaginar que querian asesinarlo solo aumentaba mi nerviosismo.
Traté de apresurar el paso, pero Eduardo me alcanzó rápidamente.
-Bera-llamó, su tono cauteloso mientras se acercaba.
Me detuve, tratando de ocultar mi incomodidad bajo una máscara de indiferencia.
-Eduardo-respondí, manteniendo mi mirada fija en sus ojos
La tensión entre nosotros era palpable mientras nos enfrentábamos en el tranquilo vecindario. Ninguno de los dos sabía qué decir, pero ambos éramos conscientes de la tormenta de emociones que se arremolinaba entre nosotros.
Mientras tanto, en la acera opuesta, Alessa se encontraba hablando animadamente con Sofi,con quien por la noche hable y calmamos algunas cosas. Su mirada se desvió ocasionalmente hacia nosotros, una sonrisa maliciosa jugando en sus labios.
-Es temprano y esta aquí.-Eduardo se quedo en silencio por un momento.-¿Durmió en tu casa?.
Su silencio y el ver como agacho la mirada me dejo claro muchas cosas.
Las heridas de la noche anterior aún estaban frescas, y sabía que las lagrimas no tardarian en aparecer.
Justo cuando pensaba que la tensión disminuía, Alessa se acercó a nosotros con una sonrisa demasiado brillante en su rostro. Su presencia solo agregó más combustible al fuego, y su coqueteo descarado con Eduardo me llenó de una rabia fría y profunda.
-¿Por que tan serios?.-dijo Alessa con una risita burlona. -¿Están teniendo su primera pelea de vecinos? Qué tierno.
-Hola Bera ¿quieres pasar a desayunar con nosotras?-Dijo Sofi sin notar la tension de la situación
-No Sofi,estoy llena.
Con lagrimas en los ojos me di la vuelta.
-Bera...
Ed seguía detras de mí empeorando la situación.
-No Ed,tienes razón,no te amo,no se nada de ti.
Con eso, nos separamos, cada uno regresando a nuestras casas con el peso de la incertidumbre y el dolor pesando sobre nosotros, mientras Alessa se deleitaba en su pequeña victoria.
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Inestable
Teen FictionBera tiene 17 años y acaba de descubrir algo Dejar ir a alguien tiene algo romántico y triste de trasfondo, dejar ir a alguien es liberarlo, justo como cuando sientes que encontraste al pájaro más lindo del mundo, y quieres llevarlo a casa, mantener...