Ese algo hermoso

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La obsesión de Ran Haitani comenzó cuando tenía solo 7 años de edad, su mente aún lo recuerda claramente como el agua cristalina de un río fluyendo.

Fue un verano, cuando su madre decidió que era buena idea pasar el resto de sus vacaciones en la aburrida casa en el campo de su abuela.

A Ran no le agradaba tanto la idea y tampoco le agradaba el hecho de que su madre no lo consultara con él antes de tiempo, pero claro, era un chiquillo y su opinión no interesaba en lo más mínimo, su madre asi lo había decidido y tenía que ser así.

Aún así lo detestaba, le desagradaban las escaleras de madera desgastadas que chillaban cuando uno las pisaba, odiaba la falta de luz en las calles, el lugar era bastante sombrío por las noches y su habitación tenía una vista VIP hacia el campo a oscuras donde toda la hierva se mecia con el viento, Ran NO era un niño miedoso, por supuesto que no, a él le preocupaba que su hermano menor, Rindou, se asustara y tuviera pesadillas que no lo dejaran dormir por la noche.
Era indudablemente eso, por supuesto.

Aunque bien, Ran amaba a su abuela y a las galletas espolvoreadas que hacía después de la cena, también le gustaba el sonido de la radio de su abuelo retumbando por toda la casa, y claro, amaba sentarse en las piernas de su abuela mientras estaba en la silla mecedora.
Ran había intentado múltiples veces sentarse solo en aquella silla, pero siempre terminaba con el corazón exaltado cuando parecía que seguiría tirando hacia atrás sin retorno y él terminaría adolorido en el suelo de madera, en los brazos de su abuela era todo diferente, se sentía protegido.

Con eso en mente, pensó que quizás no sería tan malo ir de visita.

No recuerda cómo pasó, quizás fue el aburrimiento, pero de un momento a otro se encontraba discutiendo en la parte trasera del auto con un pequeño Rindou de 5 años, discusión que llevó a los arañazos y jalones de cabello, que en ese entonces, solo...

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No recuerda cómo pasó, quizás fue el aburrimiento, pero de un momento a otro se encontraba discutiendo en la parte trasera del auto con un pequeño Rindou de 5 años, discusión que llevó a los arañazos y jalones de cabello, que en ese entonces, solo llegaba a rozarle los hombros.

Ran lo veía a punto de romperse a llorar a moco suelto, pero eso no lo detuvo de tirarle de nueva cuenta del cabello, y el pequeño Rindou para su edad, era bastante obstinado, pues se limpió las lágrimas que ya rodaban por sus mejillas y se estiró para alcanzar el rostro de su mayor. Ran no pudo evitar sonreír al ver las manitas de su hermano intentar alcanzarlo sin éxito alguno.

Y entre tanto ajetreo de la parte trasera del auto, su madre que iba de copiloto arrugó las cejas.

- ¿No piensas hacer algo? son tus hijos.

El hombre conduciendo sonrió despreocupado, enojando más a la mujer cuando este solo se encogió de hombros.

"Desgraciado".

Parecía una competencia, los hermanos tratando de descubrir quién soportaba más golpes antes de quebrarse a llorar, y sus padres intentando averiguar cuál de los dos soportaba mejor el desastre que eran sus hijos.

Su madre fue la primera en caer.

La pobre mujer lo único que quería era callar la bulla de sus dos hijos que parecía que no se detendrían hasta arrancarse tantos mechones de cabello que fueran lo suficiente como para quedar completamente calvos.

Entre la desolada carretera de esa noche, el ruido que iban dejando los hermanos Haitani resonaba hasta el rincón más apartado del campo.

- Ran, corazón - llamó de forma inesperada su madre, con su padre que iba al volante sonriendo victorioso - tengo algo importante que pedirte.

Pero eso pareció ser suficiente como para llamar su atención y evitar que el más jóven de los hermanos recibiera un pellizco en su brazo izquierdo. De un momento a otro Ran se había puesto de pie asomando la cabeza entre el asiento de su madre, atento a su petición.

- Necesito que cuentes cuántas estrellas hay en el cielo está noche.

Su rostro se arrugó, que petición más tonta, más estúpida, más extraña. ¿Acaso su madre era tonta? ¿Por qué tenía que hacerlo? Además, las estrellas en la gran ciudad eran casi imperceptibles, el cielo estaba iluminado por todas las luces de los enormes edificios que parecían querer rasgar el cielo con la punta.

- Si lo haces, te aseguro que encontrarás algo hermoso.

- ¿Qué cosa, mami? - Cuestionó con un toque de curiosidad en el tono de su voz.

La mujer acarició sus mejillas, mirando directamente a esos ojos violeta idénticos a los suyos, tan brillantes, inocentes y puros. Entonces volvió a abrir los labios

- Lo sabrás cuando lo veas.

Fue lo último que dijo, ordenando que volviera a su compostura anterior en su asiento. Ran bufó sin ganas, pensó en volver a iniciar una pequeña pelea con su hermano para pasar el aburrimiento, pero Rindou ya se encontraba cabeceando, y la mirada de su padre por el espejo diciendo "Ni se te ocurra" terminó por dejarse caer suspirando.

Bostezó.

Bueno, qué más da, le cumpliría el capricho a su madre. Giró la manija de la ventana y el aire golpeó de inmediato su rostro, dejando que su cabello se convirtiera en un alboroto total.

- No saques la cabeza del auto.

Oh por el amor de dios, entonces ¿Cómo esperaba su madre que lo hiciera? ¿Quién en su sano juicio comprendía a las mujeres? en fin, mujeres.

Pensó que terminaría rápido, demasiado rápido y así su madre quedaría satisfecha.

Pero esa noche, un interruptor en su cabeza se encendió al momento en que el violeta de sus ojos chocaron con el infinito de estrellas esparcidas por el amplio cielo.

En ese cielo nocturno, dónde la luz artificial no llegaba a sofocar y la luna permanecía oculta, se iluminaban más estrellas de las que un día pudo imaginar que vería, a su corta edad, fue la maravilla más grande que pudo haber descubierto.

Y la atracción que sintió en ese instante fue tan inmensa que le resultó difícil apartar su mirada, como una estrella nueva que había nacido en su interior.

Y lo que para su madre solo era un plan que los haría permanecer en silencio el resto del viaje, terminó despertando la curiosidad del un pequeño Ran Haitani.

Entonces supo que quería saber bajo cuántas estrellas dormía cada noche y qué tan inmenso podía ser el espacio, pero sobre todo, necesitaba saber qué era ese algo hermoso que había en cada estrella.

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Entre estrellas |Ranley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora