⠀⠀⠀⠀⠀⠀𝐈𝐕- La plaga de las moscas

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"Y entonces, Dios hirió la tierra de Egipto nuevamente. Esta vez, miles de moscas invadieron cada rincón, destruyendo el alimento y las cosechas. Cientos murieron de hambre y desesperación, pero el corazón del faraón seguía endurecido."

⠀𝐈𝐕
La plaga de las moscas

A Eloísa se le cayó el jarrón de agua de las manos, cuando escuchó el anuncio real de la boda del príncipe de sus sueños.

El atardecer se vió desolador entonces, y la confusión, la ira, y la pronta resignación aparecieron puesto que sabía que él no tenia la culpa, que lo más probable era que lo estuvieran obligando, tenía que ser así. Pero, pese a saberlo, el dolor punzante en su pecho se incrementaba mientras su cerebro procesaba la noticia y, de repente, se vió envuelta en una cruda realidad de la que había estado completamente ajena desde que lo besó por primera vez.

Yafeu no era suyo, jamás iba a ser suyo, porque él era un príncipe egipcio y ella una hebrea.

—¡Esclava inútil! ¿¡como osas interrumpir un anuncio real?!—Bakenmut tomó impulso para acercarse, pero Ikeni logró frenarlo a tiempo.

—No es necesario —le murmuró.

El oficial se soltó bruscamente del agarre de su compañero y la guardia se fue de allí junto al mensajero real. Miriam, Eliseba y Deborah se acercaron rápidamente a ayudar a Eloisa, a recoger los pedazos rotos de jarrón esparcidos por la tierra.

—Lo lamento—murmuró.

—Eloísa ¿Que es lo que sucede?—Preguntó Eliseba, al ver las manos temblorosas de su hija.

—No es nada, todo estará bien, pronto nos iremos de aquí y estaremos bien, pronto olvidaremos todo —habló rápido, casi sin respirar, intentando convencer a su cerebro de que pronto estaría lejos de allí y que todo seria un mal recuerdo.

Torpemente se levantó y se alejó de sus familiares, dejándolas más confundidas que antes, con más preguntas que respuestas. Pero Eloísa no estaba dispuesta a responder preguntas o dudas, no ahora, quizás nunca, tal vez solo debía guardar esto para ella. Quería ahorrarse el sermón de su padre y sus hermanos mayores, no quería darles la razón, porque no la tenían.

Lo cierto es, que esa noche, salió de su casa como siempre y se sentó en el borde del río Nilo, en el lugar de siempre. Fue ahí, viendo las estrellas, donde finalmente pudo descargar su dolor. Eloísa lloró, se lamentó y sufrió solamente con la luna y con su Dios de testigo, para no preocupar a nadie, para no hacer dramas.

—Solo quería que él fuera feliz —sollozó en voz baja, mirando el cielo— ¿No puedes ayudarme?

A veces, ella podía ser muy ingenua y tenía la esperanza que, así como su tío Moisés, Dios también le dijera algo. Eloísa era muy joven, para entender que Dios era mucho más que una voz a la que oír. Él estaba en los hechos, en los acontecimientos, pero, sobre todo, en las coincidencias.

—¿Eloísa?

Se giró al escuchar su voz y se levantó torpemente del suelo mientras limpiaba su cara humedecida por el llanto. Él estaba ahí, no traía joyas, no traía una corona, ni siquiera traía sus ojos delinados con ese negro intenso de siempre. Se había vestido como campesino para escapar un rato e Ikeni lo habia ayudado.

༉𝗬𝗔𝗙𝗘𝗨٭El príncipe de Egipto (Moisés y los Diez Mandamientos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora