9: «FIANZA»

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—Puede irse, señorita Sánchez

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—Puede irse, señorita Sánchez.

Trago saliva y asiento, ensimismada en mis pensamientos. Durante la conversación con los oficiales en la comisaría, que duró una hora y parecía más un interrogatorio para encontrar pruebas en contra de Darío, recibí varios mensajes que no necesité ver para saber de quién eran. Después de un rato, la batería del teléfono terminó por morir y tuve un poco de tranquilidad.

No tienen nada para mantenerlo cautivo; aun así, mencionan la posibilidad de que Darío permanezca encerrado esta noche por cuestión de papeleo y ciertos registros en los sistemas para verificar que no tenga un historial... A menos de que se pague su fianza, ya que Luca ha sido el único con heridas notables. De inmediato saco de mi billetera un par de billetes con los que iba a pagar mi pasaje a casa.

—Disculpe, ¿dónde hay un enchufe? —pregunto a la recepcionista que no entiende por qué sigo ahí. Busco el cargador dentro de mi bolso y se lo enseño—. Necesito comunicarme con alguien.

—Puede usar el teléfono de la oficina.

—Pero...

—No puede cargar dispositivos aquí, señorita. Guárdelo o por favor salga del edificio.

Respiro hondo y me dirijo hacia donde me ha señalado que se encuentra el aparato. ¿Cuánto lleva esto aquí? Es un teléfono de cable que chilla cuando lo descuelgo; reparo en que no me sé el número de Bruno, la única persona que se me ocurre. Como no quiero correr el riesgo de que solo tenga una oportunidad, trato de recordar el número que nuestro casero nos dio al firmar el contrato, por el que mantenemos contacto solo con él. Cruzo los dedos por que Bruno esté en casa y oprimo las teclas.

El tono suena una vez, largo y agudo. Espero cuatro tonos más y la llamada termina. La imagen de Darío cuando apareció para enfrentar a Luca me impide rendirme.

«De nuevo».

Camino dando vueltas tanto como el rígido cable me permite, hasta que del otro lado escucho la voz de Bruno. Al fondo distingo otro par de voces y el ruido de una copa que se cae seguida de risas.

—¿Sí, buenas?

—Bruno, soy yo, Esther.

—¿Esther? ¿Qué pasó con tu celular?, ¿estás bien?

—No te preocupes, solo está sin batería.

—Muy bien, ¿dónde estás? —Grita algo hacia las demás personas en la casa—. ¿Necesitas que vaya por ti?

Me armo de valor y le cuento sobre Luca y cómo Darío intervino. Bruno permanece en silencio los tres minutos enteros de la llamada y al finalizar, carraspea antes de hablar.

—No pensé que Luca haría algo como eso.

«Yo tampoco», digo, pero estoy demasiado preocupada por sacar a mi colega de la comisaría como para pensar en Luca.

Voz, radio y (des)amor #ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora