Capitulo 2

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No podía conocerme. No podía. Mi perro Snow daba vueltas conmigo por la habitación, agitando su rabo nervioso. Era imposible.

*Hace unos años atrás*

-No vas a irte a estudiar- me dijo mi padre levantándome la voz - eres una Russo.

- Papa, por favor, es mi sueño - dije intentando calmar a mi padre - no es justo para mí futuro.

- Tu futuro es casarte Penélope. Casarte y darnos nietos con un hombre pudiente - dijo levantándose de la silla - no ir a estudiar medicina fuera de tu país, ni hacer chorradas que no son de una Russo. No por encima de mi cadáver.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras luchaba por contener la mezcla de frustración y tristeza que amenazaba con desbordarse. Mis manos temblaban ligeramente mientras acariciaba a Snow, buscando consuelo en su lealtad inquebrantable. ¿Cómo podía explicarle a mi padre que mi pasión por la medicina iba más allá de las expectativas tradicionales de una mujer italiana? ¿Cómo podía hacerle entender que mi sueño de estudiar y ayudar a los demás era lo que realmente me hacía sentir viva?

El tiempo pasó implacablemente desde aquel día de confrontación con mi padre. Las discusiones se volvieron más frecuentes y las tensiones en casa se intensificaron. Cada paso que daba hacia mi independencia y mis metas era resistido con fuerza por parte de mi familia, quienes veían en mí el reflejo de sus propias expectativas y tradiciones arraigadas.

Finalmente, llegó el día en que tomé una decisión que cambiaría el curso de mi vida. Con el corazón lleno de determinación y un poco de miedo, preparé mis maletas y dejé atrás mi hogar, mi familia y las expectativas que habían pesado sobre mis hombros durante tanto tiempo. El sueño de estudiar medicina en el extranjero se convirtió en mi faro de esperanza en medio de la incertidumbre. Los primeros meses fueron difíciles. La soledad y la nostalgia me abrumaban en momentos de debilidad, pero mi pasión por la medicina y el deseo de forjar mi propio camino me mantenían enfocada y decidida. Cada día en la universidad era un paso más hacia la realización de mis sueños, un recordatorio constante de que había tomado la decisión correcta a pesar de los obstáculos.

*Presente*

Pero antes de que pudiera decir más, Alec abrió los ojos lentamente, su mirada buscando la mía con una intensidad que me hizo contener el aliento. –No recuerdo quién eres...– murmuró con sinceridad, su voz cargada de confusión y vulnerabilidad

Una sonrisa nerviosa se curvó en mis labios mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas para decirle lo que necesitaba escuchar. –No importa. Lo único que importa es que estás a salvo ahora – respondí con suavidad.

Los ojos de Alec brillaron con una mezcla de gratitud y deseo mientras absorbía mis palabras con avidez. –¿Me has curado? ¿Tu? – preguntó, su voz llena de una anticipación que enviaba un escalofrío por mi espalda.

Mi corazón latía con fuerza por alguna estúpida razón.

–Sí, te he curado yo – le dije poniéndome de pie – Soy doctora en practicas – declare con determinación como si esa simple declaración pudiera disipar cualquier duda sobre mi capacidad

Alec asintió lentamente. Su mirada penetrante se encontró con la mía, y por un instante, pareció que el tiempo se detenía a nuestro alrededor.

–Gracias. No sé cómo agradecerte suficientemente por lo que has hecho por mí – dijo con sinceridad –¿Tu nombre?

–Penélope– dije cortante –Tu eres Alec, ¿no?

Alec se puso de pie con determinación –¡Esto... esto es algo que debes olvidar! No debería estar aquí, no debería haberme dejado curar por alguien como tú.

Mi corazón se hundió ante sus palabras – Espera... me acabas de dar las gracias ¿y ahora me desprecias? – comencé, pero él ya estaba alejándose de mí.

Un nudo se formó en mi garganta mientras lo veía partir, la sensación de pérdida y frustración creciendo en mi pecho. –Pero... Necesitaras ayuda – balbuceé, mi voz apenas un susurro.

Sin embargo, mis palabras cayeron en oídos sordos mientras él se perdía de vista, llevándose consigo una parte de mí que no sabía que existía hasta ese momento. ¿Por qué estaba preocupándome por él? ¡Que le den!

–¡Espero que se te infecte la herida cabron! – solté mientras el caminba hacia la puerta.

Mis palabras resonaron en el silencio cargado de anticipación.

–¿Qué me has dicho, nena? – Alec retrocedía lentamente, su mirada fija en la mía con una intensidad que enviaba un escalofrío por mi espalda.

–¡Que eres un cabron! – le desafié. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras luchaba por mantener la compostura frente a él.

Él se detuvo en seco, su cuerpo tenso como un resorte mientras se giraba para enfrentarme una vez más. Sus ojos oscuros me estudiaron.

–¿Me lo vuelves a repetir? – me apoyo en la pared con fuerza. Una sonrisa irónica se curvó en los labios de Alec, su mirada era fría –Igual hay que cortar esa lengüecita, nena– su voz sonó ronca.

Mis manos temblaban ligeramente mientras intentaba escapar de el –Déjame– murmuré, mi voz apenas un susurro.

–¿Tienes miedo? – curvo sus labios. –¿Vamos dónde están esos insultos?

La energía eléctrica que chisporroteaba entre nosotros parecía consumir el aire mientras Alec tocaba mis hombros desnudos, su aliento cálido acariciando mi piel con una intensidad que me dejaba sin aliento. Su boca estaba casi pegada a la mía.

–Lo que yo pensaba, nena – me toco los labios con su mano – Deseando que te bese un desconocido, al cual han disparado.

–¡Vete! – dije apartándome de el con fuerza.

–Eso intentaba hacer – dijo dándose la vuelta – ¿Pero tu no querías eso verdad?

My Dark Attraction: Alec PredaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora