El cielo amaneció gris, igual que las cenizas de lo que alguna vez fueron casas. El suelo era rojo por la sangre del centenar de hombres que yacían tendidos a lo largo y ancho de la única calle del pequeño pueblo en el que vivían.
Yarlax iba detrás de su hermano, sentía la presión de la pequeña mano contra su muñeca. No trató de ocultarle tal escena, no se le había ocurrido.
Delante de ellos yacía un hombre de armaduras negras, llena de melladuras y golpes, manchada de tanta sangre que no supieron si eran de alguien más, o si el espectáculo de sangre que dio su cabeza al reventar fue suficiente para manchar medio metro a la redonda.
La cabeza estaba hundida sobre si misma, no había rastro del rostro de su padre ya. Solo lo reconocieron por el collar que le colgaba del pecho. Una piedra roja que le había regalado su madre en su segundo aniversario.
No dijeron una sola palabra, no tuvieron tiempo para mostrar alguna emoción, el golpe emocional fue tan grande que tardaron en procesarlo. Y en sus mentes se borró la imagen de su padre, y la reemplazo a fuego la que tenían delante. Un hombre sin cara, con el rostro rojo.
Nunca supieron exactamente como siguieron las cosas. Caminaron, solo caminaron y siguieron su camino por días, comieron basura y despojos, robaron fruta y queso de las granjas, pescaron en el río, pero finalmente llegaron al noroeste del Rayo, a la frontera con la Nación del Fuego, a un pueblo en donde se encontraba una anciana que los recogió y acunó en una pequeña choza al lado del río, alejado del pueblo por un buen tramo del bosque. Aquella anciana se llamaba Keila, y les dio comida, abrigo, les terminó de enseñar a leer y escribir la lengua común y a pescar correctamente.
Tres años pasaron en esa monotonía, y la anciana nunca pudo borrar la mirada penetrante de aquellos niños. El dorado de sus ojos no brillaba como debería en niños de su edad. Una oscuridad preocupante se había sembrado en sus corazones.
O eso es lo que creerían las personas en el futuro, cuando repasaron la historia de los gemelos, después del llamado secuestro.
Ambos niños, a lo largo de los tres años acompañados de la anciana, fueron sepultando lo que habían visto. Nunca hablaron de ello, no tenían tiempo para hacerlo, tenían que vivir al día, y no podían estar deprimidos para siempre. Cuando a la edad de seis años, la anciana ya no despertó, la enterraron y agradecieron, y siguieron viviendo en la choza que les dejó. SIn embargo, una vez cada tantas noches, volvían a aquel pueblo de cenizas, y revivían el miedo que sintieron mientras se escondían en las vasijas vacías de vino.
El río les daba pescado, pero no podían vivir solo de aquello. Yarlon se hizo aprendiz del herrero del pueblo, y Yarlax trabajó para un comerciante de artesanías ciego, al que le ayudaba con las finanzas. Así poco a poco empezaron a juntar dinero suficiente para sobrevivir al invierno, pero incluso así habían días de hambre.
Yarlon, debido a su trabajo en la alforja, había ganado más musculatura que Yarlax, quien a la edad de diez años, al morir aquel anciano, decidió centrarse en el hogar que tenían. Yarlon ya ganaba para los dos, por lo que Yarlax se encargó de todo lo demás.
Pescaba, preparaba la leña, sembró un pequeño huerto que pronto comenzó a ser útil. Cebollas, tomates y sobre todo lechugas enriquecieron sus comidas por mucho tiempo
Yarlon no tenía días libres, hacía y arreglaba hachas, hacía puntas de flechas y lanzas, ya que cierto ataque de bandidos a un pueblo al sur de la Nación alertó a los pueblerinos a armarse con más consciencia. Y su fuerza, sumado a su rapidez de aprendizaje pronto llamaron a más clientes a la forja de su maestro. Trabajaba de sol a sol, solo con una hora de descanso para comer lo que su hermano le había preparado la noche anterior.
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El Precio de la Paz - La Misión del Viento
FantasyScary, un importante miembro dentro de La Guardia Negra, es enviada a completar una misión que lleva 16 años sin completarse, y que pone en riesgo la integridad de la Paz en los cinco Reinos. Scary pronto se dará cuenta de que la misión esconde un o...