En su camino hacia el enfrentamiento con Majin Buu, Goku se encontró con un grupo de niños huérfanos que habían sido víctimas de la maldad del Buu. Al ver el sufrimiento en sus ojos inocentes, la bondad que había permanecido latente en su corazón comenzó a resurgir.
La imagen de sus propios hijos, Gohan y Goten, traicionándolo, se desvaneció momentáneamente, reemplazada por la necesidad imperiosa de proteger a estos niños vulnerables. En ellos, vio un reflejo de la bondad y la inocencia que había perdido, y una chispa de esperanza se encendió en su interior.
Decidido a protegerlos del mal que acechaba, Goku se convirtió en su mentor y protector. Les enseñó artes marciales, técnicas de combate y valores como la compasión, la justicia y la importancia de proteger a los más débiles.
En sus ojos esperanzados, Goku vio un reflejo de su propio pasado, un pasado lleno de sueños y aspiraciones. Se sintió inspirado a luchar no solo por sí mismo, sino también por estos niños que representaban la esperanza de un futuro mejor.
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