dos.

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—Sana, deja de llorar —Dahyun estaba atando los cordones de las zapatillas de la más alta. 

Sana había querido impresionar a unos chicos en la pista de atletismo pero había terminado cayendo por llevar los cordones desatados, se había raspado las rodillas bastante feo, y había tenido que curarlas con algo de agua oxigenada y un poco de algodón. Ahora tenía los pantalones arremangados sobre sus heridas. 

—Pero duelee —se quejó, haciendo pucheros, también se había golpeado la cara, así que cargaba una bolsa con hielo sobre su frente, donde estaba rojo por el golpe. 

—Sana... —la miró con cansancio—. Eres una idiota. 

—Ya lo sé —Dahyun se levantó con un quejido y se sentó a su lado—. Pero por algo salí contigo, ¿no? —dijo luego de un rato, Kim la miró y frunció el ceño con una mueca en sus labios—. Y por algo salías conmigo también, así que también, Dudu, eres una idiota. 

Esta se tomó un segundo completo para pensarlo y al final asintió. 

—Sí, también por algo estoy aquí... Sigo aquí, así que sí, Sana, te confirmo que también soy una idiota. 

Sana asintió levemente, se apoyó un poco sobre la contraria, tanteando terreno, la pelinegra no se movió, así que la japonesa prosiguió para apoyar su cabeza en su hombro. 

Y Dahyun la dejó porque le gustaba, porque le hacía sentir más viva por dentro. 

En su mente, Sana pidió que la contraria volviera con ella, que de una vez, la aceptara de nuevo, porque nunca encontraría a nadie más como ella. 

Pero era cuestión de recordar por qué habían roto, y por qué la menor estaba como estaba, para soltar todo deseo con un suspiro cansado.

ghost of you; saidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora