''Two angels, two smiles, two hearts, two skies''
Honestamente la mañana está agradable, sorprendentemente agradable. Normalmente los amaneceres aquí son oscuros, las negras nubes siempre tapan el sol. Pero hoy el día está cálido y bonito, lo cual me brinda una perspectiva diferente. Siempre que me levanto de la cama, después de despertarme y asimilar los insufribles gritos de las profesoras que nos despiertan, me meto a bañar y me pregunto: ¿Para qué existo?
Estudiar y esforzarme se ha convertido en el pan de cada día desde que llegué a esta escuela. La rutina se ha apoderado de mi vida, lo hace durante once días dos veces al mes. No sé realmente en qué estaba pensando cuando decidí entrar aquí. La vida como interna no me va mal, y tampoco me afecta mucho el estar lejos de mi casa por tantos días. Es solo que esta escuela es extraña. No es muy pintoresca, aunque ese no es el problema. La gente aquí es apagada, con muy poca luz o vivacidad en sus rostros. Es como si la reina Ravenna (Blancanieves y la leyenda del cazador) les hubiese succionado la vida misma. Aunque utilizo a Ravenna para personificar a la rutina. La arquitectura aquí transmite una vibra similar. Las paredes son grises y blancas. La iluminación artificial es bastante buena por las noches. La escuela es grande, pero no sé si compararla con el cielo o con el infierno. Aunque parece más el limbo.
Mi existencia aquí es notoriamente aburrida. Trato de escapar de eso intentando escribir poesía o cuentos cortos, en los que fantaseo con asesinar a mi profesora de Química. En estos momentos siempre me hago acompañar de un lápiz, un bisturí quirúrgico y una botella de agua llena de sangría. Sentir el calor líquido recorrer mi garganta hace que me despeje.
Aunque hace dos semanas que me encontré un nuevo y excitante entretenimiento. El acosar a mi profesor de Política y Religión. Armando es un hombre muy serio, con una mirada turbia y unos ojos perversos. Es un hombre de apenas 23 años, pero luce diez años mayor. Es unos centímetros más alto que yo. Tiene una piel broncínea, con un color parecido al cartón y gruesa. Y una cabeza muy bonita. Un pelo negro, corto a nivel 1, adornado por alguna que otra cana que resalta. Una complexión media, con un poco de panza, piernas y glúteos que se acomodan bien a su estatura. En su rostro se asoman unos ojos almendrados, negros y profundos. Tiene una nariz mediana, que combina con su rostro, cosa que envidio un poco ya que la mía parece que va a saltar de mi cara. Y, por último, una boca hermosa, unos labios delgados y descoloridos. Su expresión siempre varía entre seriedad y enojo. Y su forma de vestir denota la seriedad y educación necesarias para ser un ''pincho''. Unas camisas a cuadros o rayas, pantalones a color completo y oscuros, ya sean grises o azules. Y siempre anda con unas botas militares negras.
Mi amigo Mariano, otro profesor de Política y Religión, estudió con él en la universidad. Me dijo que era un soplón, un estudiante que siempre se comportaba como la mascota de los profesores, y por eso no tenía muchos amigos. Me dijo que era un ser envidioso, que no soportaba que algún compañero sacara mejores notas que él. En su etapa de estudiante no era muy atractivo, y por consiguiente no tuvo muchas novias o siquiera ligues pasajeros. No le resultaba interesante a ninguna chica, y por eso, no tenía mucha autoestima. He de reconocer que entiendo porque Mariano le rechaza, ya que son polos totalmente opuestos. Se visten de manera similar, pero sus personalidades son abismalmente diferentes. Armando es súper serio y Mariano es divertido y sociable. No sé si creerle, ya que no es la primera vez que me habla mal de alguien que me llama la atención.
En un primer momento creí que lo hacía para protegerme, pero cuando intentó besarme estando borracho obtuve un punto de vista diferente con respecto a sus intenciones. Estuvimos raros durante un par de semanas, hasta que se consiguió novia y simplemente lo olvidamos. Pero cada vez que critica a alguien que me gusta, deja entrever desagrado y que todavía siente interés por mí. Dejando de lado eso, no me cuesta trabajo imaginarme a Armando como un alumno patético y envidioso, características que intentaría ocultar tras una falsa seriedad. Pero quiero darle el beneficio de la duda, al menos solo porque no lo ha demostrado.
Revisar constantemente sus redes sociales, lo cual es equivalente a no hacer nada, se ha convertido en mi hábito mañanero. Las únicas fotos que se ven son de su juventud, que publicó en Facebook en sus años universitarios. Nada reciente. Incluso su foto de perfil es antigua, de cuando seguramente no sobrepasaba los 20 años. Saliendo de las redes sociales, es un hombre extremadamente rutinario. Me recuerda al profesor de educación militar, que es tan estricto como predecible. Vive lejos de la escuela, y por eso es que ''vive'' aquí. Utilizo las comillas ya que a pesar de que sus pertenencias están en su cátedra, tiene un cuarto propio en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Rafael María de Mendive. Ahí duerme y solo se queda a dormir en la escuela cuando tiene guardia, o en algunas otras ocasiones. Me divierte, y a veces suele excitarme, espiarlo cuando va a jugar baseball con sus estudiantes, y se quita la camisa, dejando al descubierto sus anchos hombros, que hacen de estante a su cuello y varonil cabeza. Cada vez que hace una carrera, sonríe, y aunque puede ser una sonrisa genuina, parece una sonrisa malévola, en la que suelo pensar durante sesiones en las que me complazco.
La única vez que he interactuado con él fuera del aula, fue cuando había terminado de jugar y estaba bañado en sudor. Lo recuerdo bastante bien, porque como de costumbre, no tenía camisa y se podía ver como las gotas de sudor resbalaban a lo largo de su abdomen. Juro que por un segundo pude sentir el sabor salado de ese sudor en mi boca, como si le estuviese pasando la lengua por el cuerpo. Me pidió que le vigilara la cátedra mientras se bañaba. Me ordenó que me sentara en su silla, y me aclaró que no dejase a nadie entrar. ''Si dejas que alguien entre a mi cueva en mi ausencia, no sé lo que sería capaz de hacerte, #4'' dijo entre risas. No se sabe mi nombre, pero si recuerda mi número de lista. Me pasé toda la noche imaginando que me veía como una chica diferente, que le llamaba la atención. Pero terminé cayendo en cuenta de que se sabe todos los números de mi aula de memoria, lo cual me hizo pasar una muy mala noche.
Termino mi día, como siempre, quedándome 30 minutos más en el aula, para leer ''El retrato de Dorian Gray'' alejada del bullicio del albergue. Sumergiéndome en las palabras de Wilde, me imagino a mí misma como una belleza que nunca envejecerá, y para eso espero tener a un oso maduro, como Armando, que me acompañe en todas mis atrocidades y perversiones. Calentándome hasta el infinito, me tengo que contener ya que no me encuentro en el lugar idóneo para ''enfriarme''. No pienso que este sea el mejor horario para masturbarse en el albergue, así que supongo que tendré que rezar para que la señorita de la limpieza haya terminado de limpiar los baños. Salgo del aula y me dirijo hacia allí, con el frenesí de la libido a flor de piel, cuando de repente algo me hace detenerme:
- Hey, #4...
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Armando
Teen FictionUna chica se obsesiona de su profesor de Política y Religión, llegando a tener una breve relación con él. Esta corta, pero intensa historia que pretende proporcionar un microscopio para observar detenidamente este tipo de relación y conocer íntimame...