Frente a frente, cara a cara, la misma nariz roja, con punta chata y gorda, pero con una gran diferencia, una pertenecía a Geppetto, el creador, el amable viejecito, dulce padre amoroso, y la otra pertenecía a Geppetto, el otro creador, el viejo cascarrabias, golpeador de niños que no perdonaba a nadie que le llamara en su propia cara "Pudín de maicena" por culpa de la peluca que llevaba puesta.
- No puedo creer lo que ven mis ojos – dijo Pepe Grillo, al observar atónito las parejas que se habían formado.
Habían dos Geppettos y dos Pinochos, mirándose desconfiada y retadoramente con su respectiva contraparte, y fue justo cuando a la mente de Pepe Grillo llegaron tres preguntas: ¿Por qué hay otra persona casi idéntica a Geppetto? ¿Por qué hay otra marioneta con vida prácticamente igual a Pinocho? Si hay dos Geppettos y dos Pinochos ¿Por qué no hay otro Grillo? Solo después de estos cuestionamientos a Pepe Grillo se le ocurrió prestar atención a sus alrededores, y comprendió que, aunque aún estaba en el pueblito tranquilo que albergaba el taller del Geppetto amoroso, ahora el lugar tenía un ambiente de pesadez, cómo si la sola presencia de estos invasores en forma de copias inexactas consiguiera haber destruido por completo la quietud del lugar, algo que era más evidente al contemplar la chimenea del recinto, pues sus llamas no emanaban calidez, sino más bien causaban que quien las mirase se sintiera cada vez más irritado, como si tales llamas tuvieran vida y las peores intenciones.
- ¡¡Que diantres?! – fue lo que gritó el Pinocho invasor – ¡No pensé que volvería a ver tu cara de bobalicón! ¡Voy a tener que darte tu merecido otra vez Grillo imbécil!
- ¡No le hagas nada! ¡No lo lastimes! – dijo el Pinocho noble, el que pertenecía a este mundo, en cuanto vio que Pinocho invasor tomó un martillo de la mesa del taller a su lado y lo lanzó.
Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos, en los que Pinocho invasor lanzó tal martillo en dirección hacia Pepe Grillo, pero Pinocho el noble se atravesó y recibió el martillo lanzado en su cabeza. Debido a que era una marioneta de madera, el golpe del metal de la cabeza del martillo resultó fatal para Pinocho el noble, y cayó al suelo sin vida. Inmediatamente Geppetto el amoroso se abalanzó hacia la marioneta inerte que yacía en el suelo, levantó el cuerpo de madera y lo sostuvo entre sus brazos y su pecho, llorando desconsolado. Pepe Grillo al ver el trágico final de su protegido, al que debía aconsejar, sintió tanto pesar en su alma que hubiera corrido a abrazar la piernita de madera de Pinocho, pero solo bastó recordar que el Pinocho invasor había atacado a Pepe Grillo lanzando ese martillo, para poder deducir que ese debió haber sido el destino del Pepe Grillo del mundo del Pinocho invasor, y que por esto no había otro Grillo. Ahora quedaba muy claro de lo que era capaz este Pinocho.
- Lo lamento mucho, pero también tienes que morir. – dijo el Geppetto invasor.
Geppetto el amoroso ni siquiera se inmutó al escuchar tal sentencia de muerte, pues seguía absorto en el dolor de haber perdido a Pinocho, y nunca dejó de llorar ni de sujetar contra su pecho a su hijo de madera, hasta que lo único que lo hizo detenerse, fue recibir un martillazo en la nuca a manos de su contraparte, lo que provocó que Geppetto cayera desplomado contra el suelo encima del cuerpo de madera de Pinocho, creando un charco de sangre que empapó también a la marioneta. Pepe Grillo sintió como sus patas invertebradas se querían doblar por que acababa de perder a sus dos grandes amigos, y hubiera cedido ante su tristeza de no ser porque sabía que tenía que saltar para alejarse inmediatamente de Pinocho porque iba a ser atacado otra vez.
- ¡Regresa! ¡No huyas! – dijo Pinocho el invasor, por lo que Pepe Grillo siguió saltando.
Después de varios saltos, las opciones cada vez se veían más limitadas, pues por un lado lo acorralaba Pinocho invasor y por el otro Geppetto invasor, por otro una pared sin ventanas, y desgraciadamente para Pepe Grillo, la única opción de escape que tenía era la chimenea que tan mala sensación despertaba en el cuerpo. Pepe Grillo pensó lo más rápido que pudo, porque necesitaba determinar ya mismo si era mejor morir aplastado por un martillazo de Pinocho y Geppetto o morir calcinado en las llamas. Sin poder decidir qué hacer, y sin tener ninguna alternativa, Pepe Grillo solo se quedó paralizado mientras Pinocho y Geppetto se acercaban a él con el martillo levantado, por lo que, en el último instante, justo cuando Pinocho realizó un movimiento descendente con el martillo en dirección hacia el invertebrado, este no lo pudo soportar y se dio la vuelta para no mirar, y fue justo cuando vio algo que le recordó a alguien. Pinocho no titubeó, y lanzó el martillazo contra el suelo, impactando contra este y aplastando todo lo que se encontrara entre la cabeza de metal y la madera del suelo, sintiéndose victorioso, pero en cuanto observó que algo se había lanzado hacia la chimenea, levantó el martillo del suelo y lo volvió a lanzar hacia las llamas por la frustración de haber fallado el golpe.