Llevo tu corazón conmigo [Charlie Prewett]

~09~

Haesel estaba sentada en un taburete tapizado de terciopelo, de espaldas a su tocador. Tenía los ojos cerrados hasta convertirse en rendijas mientras un pincel en miniatura bailaba sobre su rostro. El dobladillo de la túnica lila de Iolanthe Malfoy era todo lo que podía ver. Solicitar su ayuda para la velada fue un golpe de genialidad en dos niveles: Iolanthe era una artista talentosa y, por lo tanto, Haesel se beneficiaría de sus esfuerzos y eso complacería a Henry.

En Hogwarts abundaban los rumores sobre qué bruja cautivó al futuro Potter Lord. Las probabilidades parecían estar divididas entre Romilda Vane y Lacerta Malfoy. Haesel sabía que todas las especulaciones eran erróneas.

“¿Podrías inclinar la barbilla por mí, por favor?” -Preguntó Iolanthe.

Su voz era suave, como la de la madre de Haesel; llamó la atención cuando se expresó por esa misma razón. Ella era una bruja a la que la gente tenía que escuchar si quería escucharla.

Haesel obedeció, luchando contra el impulso de retorcerse mientras el cepillo le hacía cosquillas en la piel. Hubo un breve silencio y luego Iolanthe se quedó quieta. Haesel abrió los ojos por completo para ver qué pasaba, porque sabía que Iolanthe aún no había terminado.

“¿Por qué me elegiste como tu dama de honor para esta noche?” -Preguntó Iolanthe.

El cabello de Iolanthe no estaba “recogido”; colgaba libre en sedosos rizos dorados hasta la mitad del muslo. Fue una señal de confianza y respeto que calentó su corazón. Haesel sabía que Iolanthe solo lo había dejado ahí porque la nota que Haesel le envió ayer actuó como un traslador directamente a la suite de Haesel a la hora especificada. Si Iolanthe hubiera llegado a través de la red Flu, habría tenido un estilo elaborado para que ninguno de los parientes masculinos de Haesel pudiera ver su gloria.

Negándose a revelar el secreto de su hermano, Haesel debatió qué decir. A ella no le gustaba el engaño. "Quería que fueras tú".

Iolanthe se mordió el labio inferior, algo que sabía que la bruja nunca haría en público. Era otra señal de confianza que Haesel atesoraba.

“¿Para el Maestro Henry?” -Preguntó Iolanthe.

Haesel parpadeó. ¿Henry había revelado sin querer dónde estaba su interés durante una de sus salidas de Quidditch con los Malfoy? ¡Imposible! Lacerta habría hecho un ataque tan grande que Haesel ya se habría enterado. Era de conocimiento común que Lacerta había puesto su gorra en Henry, tal como Pansy Parkinson había puesto la suya en Draco.

No es que ninguna de esas dos brujas fuera a terminar con los magos que querían. Si la visita al Vellocino de Oro tuviera algo que ver, Draco no se separaría de Astoria por ningún motivo. Y Haesel sabía que Henry viviría una vida de celibato jurado antes de vincularse voluntariamente con Lacerta Malfoy.

"¿Por qué crees que Henry tuvo algo que ver con mi selección?" Preguntó Haesel, forzando su voz a permanecer tranquila y no revelar nada.

Un tono rosado coloreó las mejillas de Iolanthe mientras miraba las puntas de sus zapatillas y preguntaba: "¿Puede guardar un secreto, Lady Haesel?"

Haesel se sintió insultada por el desaire implícito a su honor, aunque estaba segura de que Iolanthe no lo decía en serio como sonaba. Evidentemente se trata de un caso de redacción desafortunada. Sin embargo, debió haberse notado en su rostro, porque cuando Iolanthe miró hacia arriba, palideció, lo cual fue toda una hazaña dada la complexión de Malfoy.

Iolanthe agarró el pequeño pincel entre sus dedos. “No quise decir eso... Quise preguntar, ¿puedo darme tu palabra de que no mencionarás lo que estoy a punto de contarte a nadie? Nunca dudaría del voto de un alfarero. Yo sólo... Si se supiera antes de que me vinculen...