Único

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El ruido afuera era ensordecedor, gritos de sufrimiento se escuchaban y sonidos de disparos de cañón hacían eco en la inmensidad de la noche

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El ruido afuera era ensordecedor, gritos de sufrimiento se escuchaban y sonidos de disparos de cañón hacían eco en la inmensidad de la noche. Todo el mundo corría en busca de un lugar seguro, la isla Espuma estaba siendo atacada por unos asquerosos, repugnantes y horribles piratas.

— ¡Mamá! —decía un hermoso omega rubio entrando a su casa—, debemos escondernos.

— ¿Qué pasa, Jimin? ¿Por qué hay tanto escándalo afuera? —preguntaba su madre.

—Llegaron piratas al puerto —decían mientras caminaba buscando cosas de valor para esconder y resguardarlas. No tenían mucho dinero, se dedicaban a la pesca, por ello, que les robaran todo lo que tenían los pondría en un gran problema.

— ¿Otra vez? —preguntó preocupada su madre.

—Sí y esta vez es peor —decía preocupado mientras llevaba lo más valioso a un pequeño sótano donde se escondería con su madre—, entra madre.

Su madre entró rápidamente y la puerta se cerró. Jimin se dirigió a cerrar la puerta de la entrada para alentar la llegada de los piratas, en caso de que quisieran entrar a su casa. Se disponía a apagar las velas que iluminaban su casa cuando la puerta fue golpeada fuertemente.

Jimin miró hacia la entrada y hacia su escondite, no le daría tiempo llegar y a su vez daría a conocer el lugar donde se ocultaba su madre y su dinero. Debía buscar una forma de salir.

La puerta fue abierta de golpe, tres hombres alfas, grotescos, entraron por ella.

—Pero miren nada más que preciosura vinimos a encontrar —decía uno de los alfas—, un omega hermoso —los otros hombres comenzaron a mirarlo con lujuria.

— ¿Omega hermoso? —preguntó Jimin actuando como que no sabía de qué hablaban, comenzando a ver en varias direcciones—, yo no veo a ningún omega hermoso, por aquí.

—Aparte de bonito, comediante —decía el primer alfa—, eres un omega bonito ¿Por qué no mejor vienes con nosotros y te diviertes un rato?

—Ahí ya están mal, mis amigos del crimen —decía Jimin tratando de sonar natural—, yo no soy omega, solo tengo impregnado el aroma de mi pareja.

Los alfas lo miraron con una ceja alzada, era más que obvio que Jimin era omega, poseía una cintura estrecha, caderas anchas, piel lechosa, labios abultados, músculos no muy marcados, cabello rubio, un fuerte aroma a piña con sandía, voz suave, vaya, aquel hombre era un omega en toda la extensión de la palabra y uno muy hermoso, por cierto.

— ¿Nos quieres engañar omega? —dijo uno de los alfas comenzando a caminar hacia él.

—Bueno, tenía que intentarlo —se encogió de hombros—Oh, creo que atacan su barco —señaló hacia atrás de los alfas, estos voltearon un milisegundo y Jimin comenzó a correr hacia la ventana que estaba tras de él.

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