Eden's Haven

"¿Qué opinas de mi hogar?"

"Hermoso. El Edén realmente es bellísimo", Lucifer se mantenía sentado, recargándose en el árbol gigante que había. Junto a él estaba Adam, quien admiraba las estrellas de aquella noche brillante, con la luna como protagonista. "Aunque, ¿no te gustaría algo de compañía?" Ahora Lucifer había dirigido su mirada a Adam, quien también lo veía.

"No, yo digo que nadie puede entrar a mi hogar", Adam miraba a Lucifer. Pocas veces Lucifer se quedaba hasta tarde, pero cuando lo hacía, ambos hablaban de cosas sin sentido, pero a ninguno le molestaba.

"Adam, en cualquier momento Dios te dará a alguien con quien tendrás que compartir todo esto", esta vez había sonado serio, mirándolo fijamente.

"¿Cómo sabes eso?" Adam inclinó la cabeza en señal de confusión.

"Escuché que Dios estaba pensando en darte una compañera de vida, con quien compartirías todo durante la eternidad de tu vida", los ojos de Lucifer se dirigieron al suelo; no iba a admitir que le dolía un poco no poder ser el compañero de Adam.

"¿Por qué no simplemente todos pueden irse? No necesito a alguien, estoy bastante solo, pero estoy bastante bien con eso", Adam hizo una pausa, notando la mirada baja de Lucifer. Agarró suavemente su mentón, haciendo nuevamente que ambas miradas chocaran. "Pero si tengo que elegir a alguien para pasar el resto de mi vida, te elegiría a ti", había sonreído, una sonrisa inocente.

Lucifer tardó varios segundos en procesar lo que Adam había dicho, teniendo un ligero sonrojo en sus mejillas. "Pff, eres gracioso, Adam", había reído ligeramente, tratando de ocultar el nerviosismo que lo consumía en ese momento.

"Estoy realmente contento de que pienses que soy gracioso. Tal vez nunca te deje ir de aquí", bromeó Adam, lanzando también una ligera carcajada.

"Y tal vez nunca quiera irme de aquí", ambos se miraban, tenían un ligero sonrojo en sus mejillas. Se sentían bien.

"Pues no te vayas. He dicho que nadie entraría a mi hogar, pero tú puedes estar aquí si así lo deseas."

Lucifer respondió con un gesto repentino, inclinándose para darle un beso en la mejilla a Adam. La acción tomó por sorpresa a Adam, pero una sonrisa juguetona adornó sus labios.

"¿Todavía piensas que mi hogar es bonito?"

Adam reflexionó en silencio mientras se recostaba contra el árbol que había sido testigo de todos los momentos compartidos con Lucifer. Estaba en el Edén, su hogar. Tras conversaciones con Dios y acuerdos establecidos, una nueva regla había sido impuesta: nadie podía entrar al hogar de Adam, excepto él mismo.

Esta regla era aplicable a todos, excepto a Lucifer. Adam permitiría que Lucifer visitara su hogar, que se quedara a su lado. Sin embargo, este pacto secreto era conocido solo por Dios, quien observaba desde la distancia. Adam recordaba los momentos que alguna vez compartió con Lucifer y aceptando que aquellos tiempos ya no volverían.