Capítulo 1

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¿Nunca haz pensado que te falta algo? Quiero decir, esa sensación constante de que hay un vacío en tu interior, como si algo esencial estuviera ausente en tu vida. Eso es lo que me atormenta a diario.

Caminaba por las calles, con la mirada fija en el suelo y los pensamientos revoloteando en mi mente. Entre la monotonía de la escuela y la tensión en casa ya no sé que hacer. Es angustiante como toda tu vida puede cambiar de un momento a otro.

¿Qué había pasado con toda esa felicidad que solía sentir? Hace tiempo, mi hogar era un lugar lleno de risas y amor. Pero últimamente todo había cambiado. La relación entre mis padres se había vuelto tensa y frágil. Las discusiones y los silencios incómodos se habían convertido en una banda sonora constante de mi vida. Me sentía atrapada en medio de su tormenta emocional.

Me preguntaba si era mi culpa, si había algo que pudiera hacer para arreglar las cosas. Pero la realidad era que estaba impotente frente a todo.

Doblé esa familiar esquina y me encontré frente a frente con la puerta de mi casa. La cual estaba entreabierta, muy raro ya que siempre tenía que abrir con mis propias llaves.

Me quité los audífonos y los guardé en el bolsillo de mi sudadera. Lo que antes era música ahora se convertía en gritos que provenían de adentro.

Sin pensarlo dos veces, tomé la manilla de la puerta y empujé.

Esto no puede ser cierto.

—¿¡Cómo pudiste hacerme esto!?

Mi madre gritaba entre sollozos; nunca la había visto así; me descolocaba por completo.

—¡Lo puedo explicar!

Visualicé a mi padre, el cual salía rápidamente de la habitación con solo una toalla envolviendo su torso.

—¡Explicar qué, Carlos! -respiraba agitadamente. —¿¡Me vas a explicar porqué había una mujer desnuda en nuestro cuarto!? ¡Porque si es así, soy todo oídos!

—Amor ven, hablemos con calma.

—¡No me digas amor, y mucho menos me pidas que me calme! -lágrimas bajaban por su rostro. —¡Es que no me lo puedo creer... tenemos una hija, Carlos! ¿¡Que rayos tienes en la cabeza!?

Después de eso todo comenzó a verse borroso, mis lágrimas bajaban libremente por mi rostro y yo solo pensaba en una cosa... salir de ahí.

Comencé a correr. No me importaba a donde fuera, ni cuanto tiempo me tomara en llegar, yo solo quería alejarme de todo aunque fuera solo por unas horas.

Mientras corría sin rumbo fijo, mis pensamientos seguían atormentándome, como un torbellino que no me dejaba en paz. Mis padres... ¿cómo habían llegado a ese punto? ¿Qué había salido mal en nuestro hogar para que terminaran discutiendo de esa manera? O en ese contexto...

Finalmente, me detuve al llegar a
un callejón estrecho y oscuro. A primera vista parecía aterrador, ya que solo había una luz en medio del techo, y esta parpadeaba como si en cualquier momento se fuera a extinguir. El callejón se extendía frente a mí, estrecho y ominoso, como si hubiera sido olvidado por el tiempo y la luz del día. Las paredes estaban cubiertas de grafitis, algunos frescos y coloridos, otros desgastados por el paso de los años y el clima. El olor a humedad se mezclaba en el aire, creando una atmósfera pesada y opresiva.

El suelo estaba cubierto de escombros, con charcos de agua estancada que reflejaban la luz intermitente desde arriba. El sonido de mis propios pasos resonaba en el silencio del callejón, interrumpido ocasionalmente por el chirriar de una rata que se escabullía entre las sombras. A lo lejos, al final del callejón, apenas se distinguía la salida hacia la calle principal.

Me dejé caer en el suelo frío, las lágrimas empezando a brotar sin control.

¿Cómo podía ser que todo se desmoronara de esta manera? ¿Dónde estaba la seguridad y la estabilidad que alguna vez sentí en este hogar? Sentí un nudo en la garganta mientras las emociones me abrumaban, dejándome sin aliento.

Me quedé allí, en medio del callejón solitario, dejando que las lágrimas fluyeran libremente mientras intentaba procesar todo lo que estaba sucediendo. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo podría enfrentar el futuro sin la certeza de que las cosas alguna vez volverían a ser como antes?

Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no había notado que no estaba sola. Inmediatamente levanté la cabeza y lo ví.

Mis ojos se encontraron con los de un chico de cabello oscuro que estaba a mi lado. Su presencia me hizo dar un respingo y su sonrisa pícara solo intensificó mi nerviosismo.

Con el cigarrillo encendido entre sus dedos, me miró fijamente y preguntó: "¿Quieres?"

Los muros susurran te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora