•|Los Dursley|•

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Cualquiera que entre a la casa de los Dursley pensaría que es una familia normal y dulce, con carácter fuerte pero en todo lo que cabe, dulce.

Un hijo un tanto consentido pero buen niño. Esposa dulce con los vecinos. Y un esposo un poco privado con su vida personal, mala cara, pero confiado en su vecindario.

Los vecinos sabían que en esa casa no solo estaba el niño amante de los dulces, habían visto a otros dos niños, mucho más delgados que el anterior niño, de su misma estatura, y con cara de ángeles.

Los habían visto, pero solo eso, jamás nadie cruzó palabras con ese par de niños callados, jamás nadie jugó con esos niños, jamás nadie supo sus nombres.

Pero sabían que estaban allí, y por lo que escuchaban los dos niños se comportan muy mal, regularmente los castigaban por eso, pero había uno, uno de los niños que peor se comportaba.

La niña siempre se escuchaba quejándose por los castigos, pero ningún vecino quiso meterse a indagar más, se limitaban a encender la televisión o subirle al radio para no escuchar.

☆・.。⁠◕。.・☆

Harry y Anisha dormían tranquilos en esa pequeña alacena debajo de las escaleras, cada uno dándose la espalda, pocas eran las veces en las que dormían abrazados, regularmente era porque algunos de los dos tenían una pesadilla y el otro se encargaba de consolarlo.

—¡ARRIBA!, ¡AHORA, LEVÁNTESE!, ¡MOCOSOS! — los gritos molestos de su tía Petunia los despertó, junto con golpes fuertes en la pequeña puerta

—¡Ya vamos! — Anisha no tardó en contestar con la voz molesta

Ambos niños se sentaron en la cama improvisada que tenían, mientras que Harry se limpiaba la cara para ponerse sus lentes, Anisha se hacía un moño en el cabello para que no le moleste el mismo cabello a la hora de cocinar.

—buenos días, Ann—

—buenos días...—

Los mellizos empezaron a moverse para salir de la alacena, pero empezaron a escuchar y sentir a su primo Dudley, pasos y saltos se escucharon en el techo que en realidad eran las escaleras, Anisha y Harry con su poca y mucha paciencia intentaron salir, pero fueron empujados por la puerta, que esa fue empujada por Dudley, para después irse corriendo a la cocina.

—algún día le haré algo a ese niño— lo dijo con molestia en su voz

—pero hoy no, ¿recuerdas que día es hoy? — Harry tomó de la muñeca a su hermana para irse juntos a la cocina

—no lo sé, ¿amor y amist...— las palabras de la niña fueron interrumpidas por otras

—¡Hoy en el día especial de mi Dudley! —

~ah, ya recordé~ Anisha se lo dijo en un susurro a Harry

—¿qué hacen allí parados?, ¡Rápido, la comida! —

—si tía Petunia—

Ambos niños empezaron a preparar huevos, tocino y un café que su amoroso tío les había encargado.

—¡rápido, el café! —

Los mellizos observaban cómo consentir a su primo por su cumpleaños, una montaña de regalos enormes estaba en el sofá, ellos solo se miraron sabiendo lo que iba a pasar.

—¡¿Cuántos son?!— le gritó Dudley a sus padres

—36, los conté yo mismo— Vernon sonrió victorioso, pero esa sonrisa se le borró al escuchar a su consentido hijo

La Blanca MortifagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora