ᑭᖇOᒪOGO

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Después de la guerra, las cosas mejoraron sorprendentemente para Reich. Aunque lo habían destituido de su puesto de líder, eso no le importaba demasiado. Ahora vivía con su hijo, intentando recuperar el tiempo perdido.

Sin embargo, no podía evitar sentir un poco de arrepentimiento por el hecho de que "sus" acciones hubieran llevado a la destrucción de tantas cosas, aunque no fuera completamente culpable.

Un mensaje en su celular lo sacó de sus pensamientos y del boceto que estaba haciendo aprovechando la lluvia que le daba cierta paz para dibujar. Por suerte, el teléfono no estaba lejos.

Tomó el celular y miró el mensaje. Su cuerpo se tensó. "¿Y esto?" pensó para sí mismo al ver que era un número desconocido.

Ignorando olímpicamente las letras en ruso, creyendo que simplemente se trataba de su hijo queriendo molestarlo un poco, dejó su celular nuevamente en su lugar y continuó con su boceto a lápiz

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Ignorando olímpicamente las letras en ruso, creyendo que simplemente se trataba de su hijo queriendo molestarlo un poco, dejó su celular nuevamente en su lugar y continuó con su boceto a lápiz. Aunque el audio le trajera un par de recuerdos amargos que prefería dejar en el pasado.




                                ♡♡♡

Horas pasaron hasta que el azabache llegó, dejando su maletín en el comedor y buscando con la mirada al carmesí. Distinguió de inmediato que estaba en la sala por el sonido que provenía de allí.

—Llegué, ¿qué haces? —El carmesí solo volteó a mirarlo con cierta pereza, notando cómo el azabache se quitaba los zapatos.

—Nada, aquí haciendo breakdance con una ardilla. ¿Y tú? —el sarcasmo era más que obvio, y su hijo solo pudo rodar los ojos en respuesta.


—¿Y mi pastel? —se vio en la obligación de romper el silencio cuando recordó el tan dichoso pastel que le había pedido hace unas horas. Repitió la expresión de su hijo tras verlo alzar una ceja.

—¿Qué pastel?

—El que te pedí hace unas horas...

—Ni siquiera hablamos hace unas horas... Estuve ocupado haciendo algunos asuntos con Rusia. —Alemania lo miraba como si estuviera loco, por lo que le hizo entrecerrar los ojos.

—Ajá, hazte el loco. De todas formas, yo tengo pruebas. —Reich le puso el celular casi en la cara para que viera la "conversación" que, según él, habían tenido hace unas horas.

—¿Y desde cuándo te hablo yo por otros números? —revisó los textos, incluyendo el audio, arqueando otra vez la misma ceja tras oír el himno soviético.

—No sé, te veo capaz de hacerme eso para molestarme.

—Pues no soy yo. —Le regresó el aparato.—Bloquéalo y ya.

Reich miró la pantalla nuevamente. —Pero no sé cómo... —murmuró, el otro ni lo había escuchado.

Dejando el tema del celular de lado, el azabache sacó de sus bolsillos un sobre que era muy llamativo a simple vista.

—Mira, nos invitaron a un convive entre países... Solo que se me olvidó decírtelo la semana pasada, jajaja. —Al menor le hacía gracia que, por haber estado algo ocupado, olvidó avisarle de antemano al mayor, quien ni una mueca hizo.

—¿Nos? —¿Por qué tenía que ir? Ni siquiera era más necesario en su país; seguía siendo mantenido por el gobierno y su hijo, pero aun así...

—Sí, somos representaciones. Tienes que ir sí o sí. —Era cierto; aún era parte del territorio y representaba de alguna forma lo que fue antes Alemania.— ¡O te arrastro yo solito hasta el aeropuerto!

Le dio un leve golpe en la nuca que lo hizo estremecer, reprimiendo una risa. Era un punto débil que hasta su hijo conocía: fácil de hacer cosquillas allí.

Y así empezó una mini guerra de cosquillas, que iba ganando el aleman menor, solo porque el mayor queria darle el gusto de hacerlo. La relacion entre ambos nunca cambio entre padre e hijo, apesar de que le habian quitado su retoño al final de la guerra, por razones injustas que luego fueron aclaradas, seguian amandose igual.

 La relacion entre ambos nunca cambio entre padre e hijo, apesar de que le habian quitado su retoño al final de la guerra, por razones injustas que luego fueron aclaradas, seguian amandose igual

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—Padre... —una cabeza con cabello blanco se asomó por la puerta.

—Ah, hijo —dice mientras la figura de Rusia emerge de detrás de la puerta.

—Ven aquí. —dice antes de abrazarlo con fuerza, notando cómo al ruso se le iluminaban los ojos por un segundo. El pecho de la URSS se sentía como una almohada gigante. Quien pudiera se derretiría en sus brazos.

—¿Me trajiste lo que te pedí? —preguntó, tras separarse del abrazo.

—Sí, aunque me costó distraer a Ale, lo demás fue muy fácil. —Sí, claro, como si la adrenalina que tuvo justo en el momento en que le robó el celular al contrario para sacar una pequeña información no siguiera presente.

Pudo habérselo pedido directamente, pero le daba mucha penita.

Le entregó el papelito al soviético, viendo con curiosidad cómo al mencionado se le formaba una leve sonrisa.

—¿Qué harás con eso?

—Pues lo que se hace cuando te dan un número de teléfono.

—Bueno... —buscó cambiar el tema.— ¿tienes las maletas listas?

—Claro, desde hace una semana... —estaba preparado, aunque le hubiese gustado quedarse para evitar tener que ver al estadounidense.



La conversación entre él y su hijo siguió... haciéndose nota mental de que luego le mandaría un mensaje a ese número.









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Voy a poner puro cliche 😈🔥🔥


⸙❛❛𝙼𝚎𝚗𝚜𝚊𝚓𝚒𝚝𝚘𝚜❞⸙【Nazunist】 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora