Feromonas

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   Sus ojos marrones se detuvieron en él. Llovía a cántaros en ese momento. Ella con su paraguas tratando de acurrucarse lo más posible en su campera; él apenas tenía un gorrito de lana el cual parecía estar empapado y un abrigo liviano.

   Desvió la mirada a un lado advirtiendo que su acto no era ni prudente ni disimulado. Cerca de ellos habían como 5 o 6 personas más esperando el mismo micro. Bondi le decía su primo de Buenos Aires, la micro su vecino. De ese bendito servicio público no había rastros y la lluvia helada no mermaba.

   El movimiento de las manos yendo hacia la boca del chico para calentarlas con su aliento hicieron que se fijara en él de nuevo. Sintió pena de verlo con tan poco abrigo. Aunque las primeras gotas cayeron casi de imprevisto en realidad. Recordó lo despejado que se veía el cielo en la mañana. Capaz salió temprano de su casa. Tal vez trabajaba... Aunque no lo había visto antes ahí. Ella siempre se tomaba el mismo micro para ir a la facultad.

   Por alguna razón él se giró y la vio. Sí, clavó sus ojos en ella unos segundos. La chica apartó la vista intentando disimular el espanto de verse descubierta. "Lo miré mucho. Seguro sintió que lo veían". Sus mejillas se calentaron de pronto y ya supo qué significaba eso. Bajó la cabeza queriendo desaparecer. Odiaba sonrojarse. El joven ya había vuelto a su postura inicial, pero ella se mantuvo alerta un poco más.

   Bien, trataría de centrar sus pensamientos en otra cosa "¿Qué tenía que hacer para hoy? Tenemos historia y ya tengo el texto analizado. También envié el práctico de la profe Dávila ¡Uh, tenemos que armar la presentación con las chicas!... Tengo que escribirle a mamá para que no se olvide de mandarme lo de la luz..."

   A lo lejos se asomó el micro, y con él el alivio de los que esperaban. La joven cerró su paraguas y lo sacudió un poquito hacia abajo para que no destilara tanta agua adentro del colectivo. Cuando el vehículo llegó a ellos, todos se juntaron para subir lo más rápido posible. Pudo notar que el joven estaba detrás de ella y se puso un poco nerviosa. Recordó un reel que vio sobre la atracción que generan las feromonas, un tipo de hormonas que tienen como característica generar atracción o rechazo entre personas.

   Por fortuna el micro no estaba tan abarrotado y luego de marcar encontró dos asientos vacíos, tomando el asiento del lado de la ventanilla. Era el costado más frío, pero amaba ver la lluvia a través del cristal. Se quitó la campera para no mojar el asiento y cuando la estaba acomodando frente a ella en el respaldo del asiento de adelante, el joven se sentó a su lado. Lo vio por el rabillo del ojo, y por alguna razón se sintió un tanto más confiada y menos nerviosa.

   Él se quitó el gorro de lana y se sacudió el cabello apenas y unas pequeñas gotas llegaron a la mejilla de la joven.

—Disculpá —dijo el joven apenado con voz trémula y grave.

   La chica sonrió y al fin lo vio de frente. Con un tono chispeante aseguró:

—No, no te preocupes, no es nada.

   Ella mantuvo la mirada esperando una respuesta, pero él se ocupó en acomodar su gorrito entre los dedos para luego mantenerlo a un costado del asiento, del lado del pasillo. La chica volvió la vista al cristal sintiéndose una idiota. Pensó que su reacción había sido muy exagerada y ridícula. Por lo general no se daba cuenta y reaccionaba de forma espontánea, no era buena calculando las reacciones ajenas ante sus actos ¿Qué iba a pensar de ella? Que era una desesperada.

   Así llegó a la facultad. Cuando se preparó para levantarse, notó que el chico se levantó de su lugar y se dirigió al fondo ¿Se bajaría en el mismo lugar? Al levantarse se colocó la campera, tomó su bolso y junto a otras personas que también iban a la facultad, esperaron para bajar.

   La lluvia se había transformado en una llovizna débil y copiosa. Apresurada por entrar a su aula, dejó de prestarle atención al joven del micro. Cruzó la entrada principal, saludó a algunos profesores en los pasillos, subió las escaleras hasta el primer piso, entró y saludó a sus compañeros quitándose el bolso y la campera, los cuales acomodó en la silla a su lado, la cual estaba vacía. Habló del clima con ellos, del algunos trabajos, y en eso llegó la profesora de turno. Ella comenzó la clase haciendo algunas preguntas casuales que luego usaría para la clase, y para su sorpresa, el chico del micro entró al curso en silencio y la cabeza gacha.

   Y llegó a uno de los pocos lugar vacíos del curso.

—¿Puedo? -susurró.

   De inmediato la joven sacó sus cosas y las acomodó sintiéndose emocionada y sorprendida por el desenlace de todo lo sucedido.

   Así se conocieron Aurora y Damián.

   Así se conocieron Aurora y Damián

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Des Variaciones (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora