Conocí a una señora mientras vendía bizcochos casa por casa en un barrio humilde, cercano de mi casa. Siempre compraba y manteníamos una charla breve y amena.
Me daba pena verla sola, o eso creía yo, por lo que nunca había nadie ahí y solo compraba 3 bizcochos "para el mate", como solía comentar alegre.
Era una señora de unos 80 años, estatura baja, con el cabello canoso. Solía andar de pantalón de gimnasia y zapatillas porque amaba arreglar su jardín. Tenía unas flores preciosas en el frente, y me contaba que tenía una huerta al fondo.
Un buen día, me quedaban las últimas panificaciones cuando llegué a su hogar. Me las compró, 6 en total, y me invitó a tomar mate, ya que me había desocupado. Acepté con gusto. Le había agarrado cariño a la viejecita.
Al entrar noté una casa con algo de deterioro por los años, pero muy ordenada y limpia. Tenía un recibidor, la cocina, y luego el comedor a un lado. Me impresioné al ver de pronto en una silla de ruedas a un señor mayor con un trapo blanco a modo de babero y la mirada fija al frente. Estaba paralizado.
-Él es mi esposo. Le dio algo y quedó así. No te preocupés por él, no molesta.
Me acerqué un poquito y le sonreí:
-Buen día, señor. Soy Mabel.
Tomé asiento, sin esperar respuesta, claro, en un sillón y la señora dispuso los bizcochos en una bandejita plástica con una servilleta de tela debajo. Con tono dolido confesó:
-Es el hombre más malo que he conocido. Nos ha pegado más que nadie, y eso que mis padres fueron brutos... Mi hija lo odia. Pero yo no... Ya Dios se encargará de él, yo lo cuido porque es un ser humano y hay que tratarlo bien.
-Qué pena lo que me cuenta ¿Su hija viene seguido?
-Sí, vive al lado... Otra... Prefiero que ni venga...
Pobre mujer. Le sonreí para animarla un poco:
-Ahora nos tomamos unos matecitos con bizcochos y charlamos de cosas lindas, como esas rosas bellas que tiene ¿Cómo hizo para que se le dieran así?
Ella respondió animada...
...............
Así pasó como un año. Cada tanto la iba a visitar. En ese tiempo su esposo murió. Recuerdo que me contó unos días antes que dormido se había vomitado y que el líquido era marrón oscuro. No sé nada de medicina, pero sospeché que le quedaba poco tiempo.
No me enteré del suceso hasta un mes después. Sabía pasar por su casa y no la encontraba. Me preocupé, pero no tenía teléfono dónde comunicarme. Un día al fin la encontré. Me hizo pasar y me informó del deceso de su esposo. Había estado en casa de unos familiares esos días posteriores.
La vi más tranquila, pero unas semanas después empecé a notar que estaba triste.
Una tarde ella me confesó:
-Estoy tan cansada. He vivido tantas cosas feas, mija... Se me viene a la cabeza hacer algo. -me estremecí al oirla -No quiero sufrir más.
Le tomé la mano y traté de animarla.
-Pero la vamos a extrañar. Aparte tiene a su hija, sus nietos... La van a echar de menos.
-Ha, mi hija es mala. Es igual al padre.
Sus ojos se llenaron de lágrimas pero no lloró. Qué difícil situación. Me quedé con la incógnita de qué haría la hija para que ella dijera eso.
Una tarde fui a visitarla. No llevaba nada para vender, solo iba a verla. Palmeé las manos y abrió la puerta una mujer robusta. Tenía una naranja y un gran cuchillo con el que pelaba la fruta. Por alguna razón tuve miedo. Su mirada, su manera de pararse, algo me decía que no era seguro para mí estar ahí.
-Hola, venía a visitar a doña Mercedes. Mi nombre es Mabel -anuncié tratando de tranquilizarme.
-Ella no está -respondió cortante.
Esperé algo más. Tuve el presentimiento de que no era cierto.
-Ah, bueno. Déjele saludos. Después vuelvo. Gracias.
No respondió. Se quedó mirándome hasta que me marché.
A las 2 semanas regresé. Y otra vez salió la mujer. Sentí lo mismo. Y la conversación se reprodujo como la anterior, pero cuando me dijo que no estaba, agregó con tajante:
-Ella no quiere que vengas más. Me dijo eso. Así que te agradezco pero no vuelvas. No quiere verte.
Quedé confundida y demoré en reaccionar. Recorrí la ventana con los ojos para ver si veía a la señora, pero nada. Esa sensación de miedo que mi instituto de supervivencia me estaba generando me apresuró a hablar un poco atropellada.
-Ah- eh... Está bien. Gracias por avisar. Que tenga buen día.
Me marché rápido. No volví más.
.............
Al cabo de una semana, mientras almorzábamos con mis hijos que habían llegado de la escuela, apareció una noticia espantosa.
Unos niños habían andado por un campo gomereando. Habían llegado a una ciénaga donde sabían matar sapos por diversión y habían visto lo que parecía ser un cuerpo. Espantados, huyeron del lugar y le dieron aviso a sus padres, los que llamaron a la policía.
En efecto, era una persona con avanzado estado de descomposición. Según la noticia, presentaba golpes y la cara quemada a tal grado que no podía reconocerse. Se estaban haciendo las pericias pertinentes.
No me di cuenta que estaba escuchando con mis hijos presentes, por lo general no dejo que vean esas noticias. Uno de ellos comentó:
—Eso es cerca de acá. Los chicos de mi curso saben ir a gomerear ahí. Yo fui con ellos una vez.
Un escalofríos se apoderó de mí. Apagué la tele y les prohibí ir a los campos, y luego empecé a hablarles de otra cosa.
El tiempo fue pasando y no se habló más de la noticia. La olvidé hasta que fui al almacén de doña Carmen. Ella comentó exaltada:
—¿Te enteraste que metieron presa a la hija de doña Mercedes? Me da pena por la madre, que está solita... Hace mucho que no la veo ¿No has ido a visitarla? Vos sabías ir.
—No, no he ido —respondí tratando de sonar indiferente. —Ya voy a pasar, a ver cómo anda. Gracias por comentarme.
Y así lo hice. Después de comprar, me acerqué a la casa. Llamé sin resultados. Y volví dos veces más después hasta que un día una vecina, que estaba barriendo me vio y se acercó.
—Hace bastante se mudó Mechi, con unos familiares. La hija nos contó antes de que se la llevaran presa.
—Ah, qué pena no haberme despedido. La quería mucho yo... ¿Usted no sabe por qué fue presa la hija?
—No, no sé. Estuvo la policía científica acá y en la casa de ella. Para mí está por drogas porque traían hasta perros.
Me dejó mucho más tranquila. Sonreí y respondí:
—Seguramente está mejor donde está. Gracias por contarme, que tenga buen día... Ah, por cierto, a la tarde paso con bizcochos, por si gusta.
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Des Variaciones (En Proceso)
RandomEscribir me hace bien ❤️🩹 Escritos sueltos cortos.