Capítulo 2: Las cuevas

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Capítulo 2

La aventura continúa en el maravilloso mundo de Minecraft. Recapitulemos: Steve, el intrépido protagonista, apareció en un mundo completamente desconocido, lleno de retos y obstáculos que debió superar. Conforme estuvo en ese mundo aprendió a hacer herramientas, talar árboles, etc. Y para refugiarse no se le ocurrió una mejor idea que adentrarse en una cueva. Volviendo a la actualidad, Steve aún se encuentra allí, escondido en aquel hueco improvisado que había creado.

— Bueno, a ver: entré en la cueva, tapé la entrada con el adoquín y se supone que ahora estoy a salvo. Pero... ¡No veo nada! —se lamentó Steve en sus adentros. De un momento a otro miró detrás de él, el hueco no era tan pequeño como pensaba, y en el fondo se podía ver algo, pero no se distinguía bien qué era—. ¿Mn? ¿Qué es eso? —Steve se aproximó a aquel lugar con cautela, estaba alerta por si otro monstruo aparecía. Cuando ya estuvo lo suficientemente cerca, pudo ver que esa extraña cosa que había divisado sólo era carbón, lo cual lo alivió.

— ¿Carbón? ¿Podré picarlo? —se pregunta. De su inventario sacó su confiable pico de madera y se dispuso a picar el carbón, cuando cayó el ítem y lo agarró, se desbloquearon nuevas recetas en el libro, un avance más para nuestro protagonista—. Uh, a ver —abrió el libro, descubriendo que podía crear antorchas—, mn... Puedo crear 4 antorchas por cada 1 de carbón, interesante. Lo haré —expresó, y acto seguido crafteó las cuatro antorchas abriendo el inventario.

Steve colocó una de las antorchas en la pared y todo se iluminó, pero no se quedó ahí, aún había carbón, así que terminó de picarlo y creó más antorchas. Suspiró agotado, pero el ligero descanso no le duró mucho, ya que volteó hacia otro lado y divisó algo de hierro. Como era de esperarse, Steve se acercó (no sin antes recuperar la antorcha y ponerla cerca del hierro) e intentó picarlo. Esta vez no funcionó, y se puso a pensar en cómo iba a resolverlo.

— Mn, ¿cómo podré picar el hierro? —Steve se pone a pensar la forma de picar el hierro que encontró, y decide revisar el libro de recetas. Recordó el pico de piedra que había crafteado en el capítulo anterior, se lo equipó y comenzó a picar.

Steve trabajó arduamente para desprender el hierro de las duras paredes de las cuevas, sin embargo, lo consiguió, y tras su exitoso trabajo se tomó un merecido descanso.

Luego de unos minutos de exhausión, Steve se levantó y decidió seguir explorando. Con cada paso ponía y recuperaba las antorchas, mientras que encontrando infinidad de minerales y otras cosas, como magma (la lava cuando está debajo la superficie), acuíferos (agua subterránea), hierro, carbón, etc.

Steve decidió volver sobre sus propios pasos hasta llegar al punto por donde ingresó a la cueva en primer lugar. Allí, se dispuso a picar la pared de adoquines que había colocado la noche anterior, pero cuando picó el primer bloque un rayo de sol se coló en aquella oscura cueva y húmeda cueva. Siguió picando. Cuando por fin terminó salió de esa cueva, notó algo extraño. Estaba en un bosque completamente distinto que el día anterior, y fue cuando cayó en cuenta que la pared de adoquines que había derribado no era la que él construyó, sino una formada por la madre naturaleza.

— Creo que salí en otro lugar, no es mismo bosque donde estaba antes — reconoce Steve.

Nuestro protagonista se aventuró por aquel nuevo bosque, abriéndose paso con su hacha por la extensa estepa, hasta que llegó a una hermosa pradera. Dicha pradera era adornada por las rosas, manzanillas, lavandas y girasoles cuidadosamente ubicados, dándole una apariencia exquisita a los ojos de Steve. El sol brillaba contento en el cielo, mientras los animales de granja comían el firme y delicioso pastizal bajo sus pies.

Alrededor de ese lugar de ensueño, unas enormes y hermosas montañas perfectamente moldeadas yacían imperturbables, siendo como las paredes de una habitación. Más allá, en el horizonte, también se hallaban ocultas entre la ligera neblina, como si fuesen una hermosa pintura del amanecer.

— Wow, es hermoso —admite Steve, caminando por la hierva, al lo lejos logró divisar algo, parecía una pequeña civilazión de personas como él, humanos.

Steve, con una curiosidad latente, se aproxima hacia esa civilización. Mientras se iba acercando, se comenzaban a notar esas pequeñas, pero acogedoras, casas de madera, tronco y piedras, perfectamente acomodados. Los cultivos permanecían casi listos para cosechar en la húmeda tierra cuidada por los aldeanos de aquel pueblo. Mirando más detenidamente, Steve vio lo que parecía ser una iglesia de piedra, no era muy grande, pero eso no le quitaba lo glamuroso.

Steve divisó unos caminos de tierra que usó para trasladarse por el poblado, iba distraído, con su mirada fija en el paisaje a su alrededor. Tan volando estaba su mente, que él no notó a un golen de hierro delante suyo, con el que chocó. El golen, quien no esperaba ese choque, se volteó a ver a quien había osado a chocar con él.

— Oh, hola... ¿Qué hay? —preguntó Steve, con un ligero tartamudeo por el tamaño bestial del golen de hierro frente a él.

El golen lo miró con desdén, pero antes de que siquiera pudiera hacer algo encontra del aventurero muchacho, alguien llegó.

Ella era una chica pelirroja, de ojos verdes como el jade. Su remera verde y pantalones cafés representaban ese tono de empoderamiento femenino que casi nunca se ve. Su naturaleza ruda era reflejada en su cabello amarrado en una cola de caballo.

Un cinturón de cuero y plata rodeaba su cintura, y unas botas altas abrigaban sus pies.

La muchacha se acercó peligrosamente al intrépido aventurero, desvainando su espada y apuntándole a Steve en la cabeza. Se paró entre el chico y el golen.

— Hey, Travis, ¿qué pasó? —preguntó la pelirroja al golen de hierro—. ¿Quién es él? —como el golen no le respondió dirgió su mirada asesina y penetrante hacia Steve—. ¿Quién eres y qué haces aquí? Eres uno de esos estúpidos saqueadores, ¿verdad? —interrogó sin apartar la hoja de la espada del entrecejo de Steve.

Las palabras de la pelirroja confundieron a Steve, quien, dudando, respondió:

— Me llamo Steve, soy un aventurero —explicó con serenidad—. ¿A qué saqueadores te refieres? Yo sólo iba de paso por aquí, te prometo que no formo parte de ellos —aseguró, con intención de tranquilizar a la pelirroja.

La pelirroja, aún apuntándole, lo examina de arriba a abajo, como si aún dudara. ¿Cómo podía confiar en él? Era un completo desconocido y tal vez está mintiendo. Como no tenía pruebas, sólo continuó la charla.

— Yo soy Alex, la líder de esta aldea. ¿A qué has venido, Steve? —cuestionó con un creciente tono de amenaza, no se iba a dejar intimidar.

Fin de capítulo 2: Las cuevas.

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⏰ Última actualización: Nov 21 ⏰

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