sieben

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──Y-yo

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──Y-yo... No sé qué pensar, perdón. ──dijo Nayeon cabizbaja.

Sana la entendió de todas formas.

──Sana, nosotras podemos ayudarte si quieres, somos tus amigas y estaremos para ti en todo. ──le reconfortó nuevamente Jeongyeon, sin soltar la mano de la japonesa. Esta le sonrió melancólica, secando sus lágrimas.

──Sé que no estás en el mejor de los momentos, y yo espero que haber hablado de esto te haya ayuda al menos a liberarte un poco. No me imagino todo el dolor que sientes, y estoy entristecida por Tzuyu, créeme que es una noticia inesperada. ──dijo Jennie con un puchero.

──Claro. ──habló Sana cortante, pero no lo decía con mala intención, sus cuerdas aún estaban débiles.

──No debiste ceder en llevarla, esa amenazada influyó mucho en ti, porque se nota que eres muy sumisa y... Manipulable. ──comentó Roseanne, sin más, y todas se sorprendieron por esto último observando por una reacción de Minatozaki.

Pero ella asintió, Park tenía razón, y mucha.

──Lo sé.

──Sana, debes volver a buscar ese centro e internarla, no puedes permitir que Tzuyu te amenace y mucho menos que tú le hagas caso... Es por su bien. ──aconsejó Roseanne y finalmente abultó sus labios.

Sana asintió.

──Claro, claro... Y-yo, creo que ya debo irme, ella debe estar en casa nuevamente... En esas. ──todas comprendieron. Sana comenzó a recoger su bolso lista para partir.

──Podemos llevarte- ──quiso intentar Nayeon, pero Sana negó al instante.

──No, no, estoy bien... Solo tomaré un taxi. Gracias.

Y nadie insistió.

Y nadie insistió

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