Prólogo

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Aún recuerdo como las ruedas del coche rechinaban contra el asfalto, sabía que íbamos a gran velocidad ya que de vez en cuando me caía hacia un costado. El coche frenó, y oí una puerta abrirse. Probablemente la del conductor. Después de lo que a mí me parecieron unos cinco minutos, la puerta de mi lado se abrió. Alguien me agarró con fuerza del brazo y me arrastró hacia fuera presionando levemente mi cabeza para que no me diese contra el techo del automóvil.

Solo habíamos caminado unos segundos cuando alguien dijo: - Escaleras.

Entendí que íbamos  a subir a algún sitio por lo que me preparé para realizar la tarea. Las escaleras sonaban a metal. ¿Podía ser eso alguna pista? No, no lo creía, podría ser cualquier cosa, una escalera de incendios, la de una azotea, salida de emergencias...lo que fuese.

Conté los escalones conforme los fui subiendo: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, y ya está. Lo próximo que pisé fue plano.

Mi brazo seguía atrapado bajo la mano de alguno de mis secuestradores. Me guió por lo que supuse que sería un pasillo y con un movimiento me obligó a sentarme.

Por un momento creí que caería al suelo, pero me sorprendió aterrizar sobre algo blandito y mullido. Un sofá. ¿Dónde estábas? En una casa quizá, sí, sería una casa.

- Creo que Baruj estará muy satisfecho con nuestra nueva adquisición. Muy, pero que muy satisfecho.- oí decir a uno de los maleantes.

- ¿Crees que nos dejará jugar con ella a nosotros también?-

- No lo creo, a él le gusta jugar solo.- rieron. 

Se me erizó el vello cuando me di cuenta de que están hablando de mí ¿Jugar? ¿A que se referían con jugar? ¿Iban a torturarme? ¡yo no he había hecho nada! ¿O sí lo había hecho? 

Un fuerte ruido me sobresaltó. Era el ruido de un motor que se oía muy fuerte. Venía de mi izquierda. ¡Eso es! ¡Un avión! Estaba en un avión pero, ¿hacia dónde?

El pánico comenzó a apoderarse de mí, mis manos se tornaron sudorosas, me costaba respirar, mi corazón iba a mil y notaba como la sangre subía hasta mis mejillas. Tranquila, me dije, cálmate, no pasa nada, no va a pasar nada.

-¿Qué te pasa?- me preguntó alguien.

- Nada.- respondí. Alguien se acercó a mí, pude notar su presencia. Puso una mano sobre mi cabeza y de pronto una luz intensa me dejó cegada. Parpadeé para intentar acostumbrarme a la luz pero tardé un poco. Cuando lo logré observé a un señor de unos cuarenta años vestido de traje, alopécico y con barba, escudriñarme. Aparté mi mirada de él, me estaba poniendo nerviosa. Posé mi vista sobre el sillón color caramelo y dejé que unos segundos pasasen hasta volver a mirarle. Me sorprendió ver que seguía con la mirada clavada en mí.

- Traedle un vaso de agua.- le ordenó a alguien. Segundos después, una azafata me entregó la bebida.

El avión estaba decorado de una forma extraña y poco convencional. Por lo general, los aviones están equipados con dos o tres filas de dos o tres asientos cada una, a cada lado del avión. Sin embargo, este parecía ser algo más pequeño de lo normal y había un par de sillones a cada lado con una mesita en la parte central.

- ¿Dónde vamos?- me atreví a preguntar.

- A Roma, ponte cómoda, nos esperan unas horas de vuelo. –

- ¿Qué hay en Roma?-

- Pronto lo sabrás, ¿Por qué no intentas dormir un poco? Debes estar guapa para cuando Baruj te vea, créeme, querrás estarlo.- acto seguido se levantó y se fue hacia el fondo del avión sin darme tiempo siquiera a preguntarle quien era Baruj.

Empezó en RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora