Dos años después

2 0 0
                                    

Hoy era el aniversario del día en el que me secuestraron, hacía ya dos años. Dos años de sufrimiento que no podía borrar de mi mente y no había día en el que no pensase en cómo sería mi vida si nada de esto hubiese pasado. Yo solo quería salir, hacer vida normal, ir a la universidad, salir con mis amigos... ¿ era mucho pedirle a la vida?

 Un golpe sordo en la puerta me evade de mis pensamientos.

- Media hora.- anuncia uno de los ayudantes de Baruj.

Al principio pensé que no sería tan malo, pero ahora me parece la rata más sucia y asquerosa que jamás he conocido.

Me dispongo a ponerme un vestido negro y unos tacones, ésta noche tengo que reunirme con un  cliente y estoy contenta porque será el último, ya he recaudado suficiente dinero para pagar la deuda que le debía mi madre al asqueroso de Baruj. 

- Te noto más contenta de lo normal, Briana.- señala el jefe.

- Con lo que gane esta noche la deuda ya estará pagada.- respondo.

- Es cierto.- dice.- pero con los años se crean comisiones, querida.- y en ese momento siento como si me hubiesen vertido un cubo de agua fría. Sé lo que eso quiere decir pero no quiero creerlo.

- ¿Co-comisiones?- trago saliva.-¿ de qué estás hablando?

- Así es, comisiones, lo que significa que aún te queda mucho, mucho tiempo conmigo, pequeña.

-Eso no lo es que acordamos, Baruj.

-Lo siento, cariño, yo no hago las reglas.- tuve que controlarme para no llenarle la cara de puñetazos y escupir a ese ser tan despreciable, por suerte para ese momento ya habíamos llegado y salí despavorida del coche intentando retener las lagrimas que amenazaban con caer.

Nada más entrar al hotel me fui directa al baño dónde me encerré y rompí a llorar.  Minutos después, me limpié las lágrimas y me retoqué el maquillaje, abrí la puerta y salí con más decisión que nunca.

Mi cliente era un señor alemán que rondaba los sesenta años y que, a mitad de la cena, estaba más borracho que una cuba. Para mí esto era un alivio ya que solo tendría que acompañarlo hasta su habitación. Al menos eso creía. Una vez arriba, se desabrochó el cinturón haciendo que los pantalones se le cayesen y se despojó de su ropa interior, solo necesitó un dedo para indicarme que era lo que quería que le hiciese. 

Nunca había llorado por el hecho de tener que realizarle este tipo de cosas a alguien, me había sentido mal, sí, llorado, no, pero esta vez sentía que iba a explotar. Fue justo antes de introducirme su miembro en la boca cuando me juré que Baruj pagaría por esto, y fue cuando mi plan comenzó.

No llegué a terminar mi trabajo puesto que el señor alemán se durmió. Mejor para mí. Me bajé despacito de la cama acercándome a los pantalones que había tirado en el suelo sin apartarle los ojos de encima. Tal y como pensaba, tenía la cartera en el bolsillo y para mi suerte, estaba llena de billetes. Los tomé a prisa y me los guardé en el escote. Dejé la cartera donde estaba y con tacones en mano decidí buscar una salida cercana.

Iba deambulando por los pasillos del hotel cuando la luz se fue, oí los murmullos de los huéspedes descontentos por el apagón y yo me uní a ellos por un instante. Tuve que pararme para sacar el móvil y encender la linterna. Cuando lo hice, no me pude sentir más afortunada, la escalera de emergencia se cernía ante mí.

Abrí rápidamente la puerta y bajé las escaleras con cuidado de no hacer ruido. La escalera me llevó hasta un callejón con salida tanto a la parte delantera del hotel como a la trasera. Corrí hacia esa última. Tardé unas cuantas manzanas en encontrar un taxi pero no tardé en hacerlo. Por el camino, decidí apagar el teléfono para evitar que pudiesen rastrearme.

-¿A dónde la llevo, señorita?

- Al aeropuerto de Fiumicino, por favor.

Sí, iba a escapar, iba irme a casa. Tardamos una hora en llegar al aeropuerto. Saqué uno de los billetes del señor alemán y se lo entregué al taxista. Saliendo del taxi, me coloqué mis tacones y me dirigí al mostrador más cercano.

- Un billete para Atenas, por favor.- dije a la vez que le entregaba mi identificación.

- El último vuelo sale en cuarenta minutos, el próximo será mañana a las seis.- consciente de que si pasaba más horas aquí se darían cuenta de que me había escapado, si no lo habían hecho ya, cogí el primero que me ofreció. La señorita me entregó mi billete y yo le entregué los suyos.

Corrí hacia el control de aeropuertos, el cual no tardé en pasar, para después dirigirme a la puerta de embarque. Para mi suerte estaba todo saliendo a pedir de boca.

Bajé la rampa que me dirigía justo a la pista un poco antes de coger el avión. Si, pensé, libertad. Pero ese pensamiento se esfumó en cuanto un todoterreno apareció en la pista. En ese instante supe que me habían encontrado, traté de actuar con normalidad y subir al avión pero noté un tirón en el pelo antes de poder pisar el último escalón.

- ¿A dónde crees que vas?- no quería girarme, pero lo hice, y no pude evitar sentir miedo, me habían encontrado y me caería una buena por esto.

                                                                                            ...

- Bri, Bri, Bri.- repite Baruj una y otra vez. Me tienen a una silla atada y un gran foco de luz ilumina mi cara.- ¿Qué es lo que he hecho mal contigo? ¿a caso no te lo he dado todo? – permanezco en silencio.- ¡RESPONDE! – Brama, pero yo me niego a responder, aunque confieso que estoy a punto de hacerme pis encima.- niñata desagradecida.- acto seguido me abofetea con fuerza , haciendo girar mi cabeza. Noto las lagrimas intentando escapar y la sangre chorrear por mi labio- Debería matarte por esto.

- Hazlo- respondo con la voz rota.- sería mejor estar muerta. Estoy cansada de jugar a tus juegos, sobre todo ahora que sé que nunca va a acabar...- hago mi mejor esfuerzo por no llorar.

-¿La habéis escuchado?- ríe.- la niña se ha cansado de jugar.- dice más para él que para los demás.- Está bien, te daremos un descanso. – por en segundo le creo, le creo de verdad pero es antes de ver a cuatro gorilas abalanzarse sobre mí.

                                                                                                ...

Abro los ojos despacito. Todo está oscuro. Intento moverme pero mis costillas protestan al igual que todo mi cuerpo. Llevo dos días sin beber, ni comer y estoy sedienta, tanto, que empiezo a plantearme el beberme mi propio pis. Hago un esfuerzo por levantarme y me agarro a uno de los barrotes de mi celda. Me apoyo contra ella y ahogo un gemido. Parece que hoy tampoco voy a beber, ni comer. Un ratoncito pasa justo al lado de mi pie derecho y por primera vez, fantaseo sobre comérmelo e imagino su tierna carne bajando por mi esófago. Entonces la sed me golpea y comienzo a sentir esas nauseas que llevo un par de días sintiendo. Mi cuerpo hace el amago de vomitar sin mucho éxito, no hay absolutamente nada en él. Comienzo a resbalarme por las rejas y caigo contra el suelo. Cierro los ojos y trato de dormir ignorando el dolor.  

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 28 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Empezó en RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora