Sushi Roll

Happy Jeongin

Rayos del sol entraban desde la ventana. Changbin estaba seguro que había cerrado todo antes de dormir. Se despertó de a poco y al abrir por completo los ojos pudo ver a Jeongin sentado frente a la ventana con una taza entre las manos.

—Madrugaste- Se burló el pelinegro.

—Tenía mucho en qué pensar.- Jeongin dejó la taza en la mesita de luz y se acostó junto a Changbin. —No voy a ahondar mi felicidad para ver a mis padres felices y orgulloso. Puede irse tranquilamente a comer un limón.- El mayor río por la última frase del pequeño, lo abrazó y le dejó un dulce beso en la boca.

—¿Y qué vas a hacer?

—Voy a hacer lo que ella quiere, desaparecer de su vida.

—Mientras te sientas bien y feliz.

Jeongin se acurrucó en los brazos de su novio. —Gracias por lo de ayer, en serio se me subió el ánimo. Seguramente si no se te ocurría iba a llorar hasta dormir.

—Le debo una buena a Chan.

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Tal y como su madre dijo, la llave se encontraba en la tercera maceta de la ventana. Cuando finalmente entraron, se dirigieron directamente al cuarto de Jeongin, que seguía exactamente igual a como lo había dejado antes de mudarse con su novio, solo que ahora había cajas, seguramente la señora Yang las había puesto ahí para que guarden todo.

—¿Te acuerdas de mi primera vez en tu habitación?- Changbin comentó mientras empezaba a guardas algunas ropas que Jeongin aún no llevaba a su departamento.

—Como olvidarlo, si me dijiste que ibas a aguárdame con historia y terminamos en la cama viendo una película de Marvel, planeando nuestra primera cita.

Se pasaron la tarde riendo y guardaban las cosas y para las seis de la tarde ya habían terminado de ordenar todo en las cajas. Una por una las fueron a llevar al auto de Changbin. Cuando ya no quedaba nada que subir al coche, volvieron al cuarto de Jeongin.

—De alguna forma extrañaré este lugar, ¿sabes? Tiene tantos recuerdos.- Sonrió nostálgico el menor.

Changbin lo abrazó por la espalda. —¿Quieres dejarles un último recuerdo a tus padres?

El menor aceptó y se pusieron manos a la obra.

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Ya era de noche y la señora Yang volvía de su viaje de trabajo. Al entrar a su casa y dirigirse a su cuarto vio, en la mesa del comedor, un pequeño sobre, que abrió sabiendo que era parte de Jeongin.

"Hola, mamá. Va, ni sé si quieres que te siga llamando así, aunque ya me dejaste en claro que no.

Como tu pedido, esto es lo último que sabrás de mí, no pienso anteponer mi felicidad por tu estúpida ideología. Porque Changbin hace mis días mucho más brillantes desde que estoy con él y no pienso dejarlo ir.

Realmente me parece un desperdicio total, al fin y al cabo era una gran madre, siempre voy a estar agradecido de todo lo bueno que me enseñaste y recordaré los lindos momentos que pasamos en familia.

Si algún día logras entender que el amor es libre, que no tengo ninguna enfermedad y que somos simples personas que quieren vivir, me encontrarás.

Hasta que ese momento pase, te deseo a ti y a papá una buena, feliz y saludable vida.

Saludos de parte de un muy feliz Jeongin, quien ahora no tiene miedo de esconderse.

PDA: espero que no quemes la foto que está en el sobre y que te haya gustado la decoración de mi anterior cuarto."

La señora guardó la carta y la foto en la caja junto los juguetes con los que jugaba Jeongin de pequeño para, de alguna forma, recordar al hijo que había perdido.

Fue al cuarto del menor y al entrar se encontró con un pequeño mural pintado. En la pared se podía apreciar frases sobra la libertad, sobre el amor y algunas fotos de su hijo con el novio.

La mujer las vio una por una, se notaba que Jeongin era feliz, pero no entendía como es que ella no podía aceptar esa realidad. Salió del cuarto y, luego de un largo, agotador y emocional día, se fue a dormir.