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Richard Perkins.

— ¿Esto es lo que llamas una solución? —su artículo cayó al suelo, las páginas se esparcieron por el frío suelo

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— ¿Esto es lo que llamas una solución? —su artículo cayó al suelo, las páginas se esparcieron por el frío suelo. Sara bajo su cabeza, decepcionada ante la respuesta de su esposo— por supuesto que esto es tú solución, es lo que me traes día tras día —sacudió la cabeza en forma negativa— ideas diluidas sin ninguna estructura, todo montado sobre una base flotante.

— Lo entenderías mejor sí te tomarás el tiempo de leerlo —sus dientes rasparon las palabras de una forma filosa.

Habían pasado meses de los gritos, las risas condescendientes, sonrisas de total desprecio. El matrimonio había estado en declive desde hace tiempo, sin embargo, su temperamento había empeorado desde que se anunció el primer lanzamiento de su proyecto.

— ¿Sabes? —Sara suspiró, pellizcando el puente de su nariz— iré a dormir, he tenido suficiente de ti el día de hoy.

Sus labios se alzaron en una sonrisa, sus manos rápidamente se aferraron a sus caderas para girarla y  postrarla contra el gran ventanal.

— Apenas tengo tiempo para venir a verte, ahora, no tengo tiempo para leer una novela de ficción —sus gafas brillaban gracias a las luces de la ciudad— ¿Por qué no has podido intentar ser feliz? —Sara trato de zafarse de su agarre— Te diseñé esta casa para que no tuvieras que salir a los viajes que tanto odiabas, te di la mejor vista del mundo literalmente, y aún así continuas intentando derrumbar el imperio que he construido para nosotros.

Sus cejas se fruncieron ante el comentario pero la mejilla de Elijah se colocó a lado de la suya, su espalda chocó contra el frío de la ventana y a pesar de que estaba enojada, el gesto pareció aliviarla un poco. — Sé que estás preocupada, amor —continúo en un murmuró, tomó su barbilla y la guió hacia él, sus ojos invernales la congelaron en su lugar— y no tienes idea del cómo me encanta tu mente —acaricio con delicadeza su cabello— pero Amanda y yo nos hemos aseguro que estás máquinas nunca... nunca, lograrán la consciencia propia durante sus vidas útiles.

Amanda

El solo escuchar su nombre parece una enfermedad sin cura, el hecho de que su toque cálido en su piel la hiciera extrañarlo, se sentía enferma. Hubo tantas veces que Sara quiso odiarlo, donde quería correr y quería que todo se detuviera y pudiera dejarlo atrás con el resto de esa vida pero en esos ojos color a invierno... quería esperanza, esperanza de ese futuro más brillante, donde la eligiera a ella al final del día.

Espero tengas razón —murmuró, sosteniéndose de sus brazos— porque si no la tienes... no estaré aquí para limpiar tú desastre.

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⏰ Última actualización: May 04 ⏰

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