II

7 2 0
                                    

          Seiki torció en su interior sus labios, a sabiendas que no necesitaba ver su reflejo para saber qué ningún ápice de emoción surcaban sus facciones más allá de una curiosidad inocente e incómoda al alzar cada vez el cuello para ser capaz ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


          Seiki torció en su interior sus labios, a sabiendas que no necesitaba ver su reflejo para saber qué ningún ápice de emoción surcaban sus facciones más allá de una curiosidad inocente e incómoda al alzar cada vez el cuello para ser capaz de dar con las copas verdes de los árboles, ocultos tras una niebla matutina y fría, el olor salino del mar mezclado con la frescura del bosque y la tierra húmeda siendo un perfume perfecto para la ocasión. La siniestra enguantada de la muchacha sujetaba el codo contrario, tamborileando mientras temblaba sutilmente con la excusa del frío danzando en su lengua.

El paisaje era hermoso, la arboleda que cuanto más lejos posaba su mirada se volvía en un profundo bosque era un panorama digno de admirar, como el árbol frente a ella, robusto y antiguo cuyo tronco cubierto por una fina capa de un musgo verde lima era atractivo, vestía la seda vaporosa del mar y la vida corria en sus venas, Seiki podía sentirlo desde su lugar como una incomodidad cosquilleante en sus miembros y con ello delineaba sus colmillos con la punta de su lengua partida y seca.

A su lado derecho se encontraba el pelinegro, dueño de un par de orbes ónix que se dedicaban a admirar embelesado la figura pequeña y endeble de su compañera sin percibir cambio alguno en aquella inmutable máscara cubierta por la escarcha aniñada y dulce de sus facciones juveniles, desconociendo por completo qué cosa se ocultaba tras la capa de agua tranquila de apariencia cristalina.

Hakate paseaba por sus espaldas, muletas bajo sus axilas y hundiéndose incómodamente en la húmeda tierra del frondoso bosque mientras se dedicaba de examinar el comportamiendo de cada uno de sus alumnos, como uno comenzaba con gran entuciasmo y otro lo seguia casi a regañadientes, pero la ultima de quien más esperaba permanecia estatica con los tiernos zapatitos negros enterrados y la cabeza fija en lo alto del árbol donde la punta se perdia entre los multiples pompones de hojas verde. A pasos lentos, un tanto irritantes por la tierra que levantaba dejando atrás la gracia de sus pasos de un shinobi entrenado, logró acortar las distancias y llegar a un costado de la pequeña envuelta en la bruma de una silenciosa discordia.

—¿Qué sucede, Seiki?— Vislumbro de reojo como la jovencita relamía el borde de sus labios, la pequeña punta de la lengua sobresaliendo.

—Yo… —las pupilas de la jovencita se encogieron y una delicada perla salina rodó por su nuca ya fría—. Le temo a las alturas— la fémina bajo la cabeza, manos apretando el grueso cordón de tela verde oliva que sujetaba el bolso de su espalda.

Kakashi alzó una ceja con una notable confusión, una que tan rápido como apareció se desvaneció de sus masculinas facciones ocultas por una endeble máscara de tela ceñida, sus oscuras orbes detallaron sin ser invasivos a su joven pupila y con una curiosidad danzando en el brillo de sus gemas se extraño de aquella vergonzosa confesión. Seiki venía de una familia notable en la aldea, quienes a pesar a llegar tardíamente no demoraron en tomar logros y muchos puestos en la sociedad, ella era, dejando de lado a un par de chicos más, un prodigio a futuro, o eso era lo que muchos creían pero rápidamente esa idea fue desechada por su pésimo desempeño a diferencia de su hermano unos años mayor. Hakate rumio unos segundos entre sus pensamientos donde una hoja con diferentes valores y anotaciones aparecían entre sus dedos con información cuanto menos curiosa.

Warrior » Naruto «Donde viven las historias. Descúbrelo ahora